miércoles, 11 de noviembre de 2020

Soy el inmóvil

 

Soy el inmóvil

 

Sube la noche sube el día sube la tarde rojinegra

Sube el alma de los hombres, sube mis pies a la colina hacia arriba, bajando

Todo permanece como aquel río, atado a los deseos de otros dioses

Sube un perro recién muerto, recién visto

Sube una paloma en el barrio, seca ella, seca el barrio

Todo permanece al cenit de un lugar que conocí. Dónde?

Todo sube y tiene un hambre de siglos y siglos celeste

Sube mi esqueleto, sube mi amoroso cuerpo apenas material, mis besos

Sube una caricia, una lágrima de fin de año, de navidad y cielorraso.

Todo permanece, soy un pez en el río.

Inmóvil.

Una vértebra , apenas, un hígado, un triperío sin ton ni son.

Soy el sonido del río, soy mi pez, soy el inmóvil

El inmóvil

 


martes, 3 de noviembre de 2020

Cierta vez....

 Cierta vez

hubo un niño que luego fue un hombre

Este mismo, al fin ya viejo, encontró al niño

Los tres de la mano

esperan el crepúsculo

conversando a veces

del extraño evento que los junta a balbucear cosas de sí

ahora incomprensibles, 

antes llenas de nada

mansos ya , en el crepúsculo, sanados de tiempo

esperan que el sol se vaya....






martes, 16 de junio de 2020

El Carnero Negro


Dibujo de Gerónimo Almirón, 20cm por 15, técnica portamina.





El carnero negro

Plena siesta en el espinillar de Santa Catalina. Luego de tres días de lluvia, los charquitos brillan incandescentes. Pablo regresa de andar la orilla del Pirayuí con su honda al cuello y su bolsa de perdigones. Cruza la chacra y se dirige al enorme timbó y más allá, apenas, la palmera altísima y abajo la casa de techo de zinc, rojo. Camina distraído. Se inclina sobre una fuente de agua. Miles de renacuajos negros tiritan, cabezones, con una cola traslúcida y unas manitas a los costados. Mete la mano y siente los cuerpecitos agitarse entre los dedos.
Un carpintero golpetea al timbó. Penacho amarillo. Pablo apunta y como ya sabe que nunca acierta, dispara. Un pequeño ñangapirí se mueve… Se acerca lentamente y las ve. Dos víboras, una yarará y una coral. No muy grandes, más bien pequeñas, se retuercen entre las ramas. La yarará está tragando a la coral. La boca se abre, desmesuradamente, y el cuerpo de la coral esté dentro, casi por la mitad. Por instinto, Pablo saca la gomera. Coloca el perdigón de barro y apunta. El blanco es fácil, imposible fallar. Sin embargo no dispara. Afloja la gomera y se queda mirando, una víbora entrando en la otra. Una muriendo, la otra tragando. La cola de la coral se aferra a la última ramita del ñangapirí antes de dejarse ir.
Ahora, Pablo desanda los últimos cien metros para llegar a su casa. Sabe que tiene que estar alerta. Mira el corral, el galpón, el tala, la pequeña laguna en donde nadan algunos patos. Todo está en silencio, huyendo del solazo siestero. Camina casi en puntas de pie, contiene la respiración con un hueco en el estómago que empieza a doler. De pronto lo ve. Sale desde atrás del galpón, como si dijera : - acá estoy. Te estaba esperando.
El enorme carnero negro camina lento, erguido, levanta la cabeza y con ella su par de cuernos en bucle sobre el par de ojos amarillos. Pablo no duda y comienza a correr hacia el poste de quebracho que sostiene el alambrado. El carnero también corre. Los dos llegan casi al mismo tiempo. Pablo trepa, saca los perdigones, extiende la gomera y le dispara una y otra vez. El carnero apenas si se molesta. Los perdigones de barro se hacen trizas en los cuernos. El carnero golpea el endeble arbolito, piensa, busca el modo de hacerlo caer. Pablo no se da cuenta de que grita enloquecido, ¡Papá!, ¡Papá!… Una y otra vez. De pronto ahí está papá, montado sobre el carnero negro. Lo toma de uno de los cuernos y, con el cabo del machete, lo golpea en el hocico una, dos, tres, diez veces.
Es de noche. El rumor del monte entra por el ventanal, la galería y más allá el patio. La luna llena es un sol de noche. En esa duermevela, Pablo ve al carnero sentado, como si fuera un perro en el patio. Una coral en un cuerno, una yarará en el otro. El carnero lo mira, sin pestañear, sentado como un perro.
Transcurre otro día. Tal vez un lunes o un miércoles. La cosa es que se van todos de la casa. ¿Las compras del mes? .  
Pablo está solo en la enorme casa de techo rojo. El parloteo de cotorras sobre el palo borracho, sumado a las chicharras, es ensordecedor. Pablo desenfunda el hermoso Winchester, le carga los diez disparos. Uno de ellos da contra un sifón en el patio. El estampido rebota varias veces en el monte, se espantan los patos marruecos, las palomitas picuí, las cotorras. Retorna el silencio, lleno de todo. Pablo descarga las nueve balas del Winchester como los cowboy de las películas que vió en el Cine Colòn. Entonces lo ve, bajo el tala.
Parece una esfinge. Sintió luego ese rumor en el estómago por vez primera, y supo de inmediato lo que iba a suceder en la hora siguiente.
El cuchillo era de una sola pieza de acero, tantas veces afilado que parecía una guillete. 10 c de mango, 10 de filo. Ata el cuchillo a la punta de la tacuara con hilo sisal y lo refuerza con una vuelta de alambre de fardo. Son las diez de la mañana, tal vez un poco más tarde, en la casa de Santa Catalina.
El tejido de alambre tiene tres metros de alto. Es lo que lo separa del carnero, que está plantado cerca del tala con la cabeza semierguida. Parece sereno incluso.
Pablo camina con la lanza de tacuara hacia el tejido y lo llama una o dos veces. Primero con timidez pero luego le grita, lo insulta, patea el alambrado. De pronto el carnero da dos pasitos hacia adelante. Pablo retrocede  dos, detrás del alambrado. Luego el carnero negro se dedica, simplemente, a golpear el alambrado una y cien veces. El acero le penetra entre los cuernos  Una y otra vez. Cuánto tiempo?, no sabemos. Enfermos de odio (o quién sabe…), Pablo y el carnero ahí están. La sangre le cae entre los ojos, le tapa las fosas nasales, resopla y vuelve a atacar. Las pezuñas se clavan en la tierra dura del patio y levanta humitos de polvo. Levanta la cola, caga pelotitas de estiércol, en la cumbre de la ira más silvestre.
De repente se detiene, mira a Pablo al otro lado del tejido. Lo ve de pie, tembloroso, con su lanza, su ojitos, sus pecas ridículas, la espumita en la boca y los lagrimones que le empastaban la cara deforme  Da unos pasos hacia atrás, como retrocediendo para volver a atacar. Sin embargo da media vuelta y se retira a la sombra del tala. Se pasa la lengua por el hocico sanguinolento y ahí se queda rodeado de lo suyo.
Nadie supo este vergonzoso episodio hasta hoy. Lo cierto es que un día, el padre de Pablo decide castrar al carnero negro. El único modo de amansarlo,. La cirugía la hace el viejo Barrientos, con el mismo cuchillo de aquella mañana.  Una operación que, si está bien hecha, no tiene sangre… O más bien poca. Cuestión que un día Pablo, otra vez en una mañana de lluvia y renacuajos, encuentra al carnero, cerca de la laguna. Y ahí se quedaron los dos un rato, uno muerto,  el otro vivo.

domingo, 7 de junio de 2020

Son tres y un par de gatos


Tres niños en el parque. Joan Miró




Padre e hijos conversan.
(son tres y un par de gatos).
No caía aun la tarde y el sol peinaba el monoblock
se iban en conjeturas sobre el mundo y el estar en él.
se miraban apenas en cada argumento con ganas de abrazarse.
de decirse más que con las palabras, la palabra justa, la razón por sobre el sentir y al revés….
El camino de tantear los sentidos, los sentimientos más íntimos desde lo dicho.
Al fin y al cabo y ya un poco aburridos, se abandonaron al silencio de la misma tarde.
 y ya casi oscureciendo, se miraron y sonrieron un ratito, diciéndose todo en ello.
(Tanto lío para sólo mirarse en la Verdad de mirarse y no decir nada….)





sábado, 6 de junio de 2020

Tanta ala



Pájaro Muerto Paloma Muerta - Foto gratis en Pixabay

Un pájaro ha caído al medio de la avenida 3 de abril
Con el ala a la rastra se mira en el mundo por vez primera. 
Cruza lo que llamamos un automóvil, cruza algo que llamamos moto, bicicleta. Un hombre en dos patas erguido con una mochila al hombre.
Se le cae el ala izquierda, susurra su origen. El buche semivacío, el pico negro y reluciente. Es una paloma.
Su cuerpo tiembla febril en la siesta. De la avenida.
Paso y me mira aterida, me mira, me mira mil veces.
Sobre la 3 de abril…absurdo el mundo y la muerte encima.
Tanta ala, para nada.

domingo, 17 de mayo de 2020

Potro de Rabia y Miel



Sentimientos y locuras: José Monge Cruz "Camaron de la Isla"


Potro de Rabia y Miel

                                                 
Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el genio del niño
La lengua rota del viejo
Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento

 José Monje Cruz era el verdadero nombre de Camarón. Nacido en Cádiz, Andalucía en el extremo sur de España, vértice y confluencia de un mestizaje furibundo que arrastraba vientos de Oriente. Un filósofo  definió a esa virulenta zona del Mediterráneo como un lugar en donde se juntas tres desesperaciones: la filosófica del Islam, la religiosa del hebreo y la social del gitano. El documental Camarón, de la Isla al mito (2018), dirigida por un tal José Escudier intenta narrar a un personaje inenarrable. 
De familia gitana; es decir pobre, multitud y anónima, José creció rodeado de otros niños gitanos en un lugar del mundo, único. Cádiz, está a un par de km de Marruecos; en el extremo oeste de la cuenca mediterránea; el sistema mundo que luego sería desplazado por el Atlántico, los determinantes siglo XV y XVI. Poderosas  mixturas que amasaban barro del Indostán por un lado, Estambul, Syria, norte del África, la cuenca del Adriático por el otro, que culmina en Grecia y atraviesa la península Itálica, dieron luz a algo incandescente: el cante jondo flamenco. Aunque se discrepa si fue el baile primero el hecho es que lo gitano es lo que impregna estas materias y aromas traídos de lo más jondo de Oriente, África y el Islam. El hecho de que esas sustancias confluyan todas a la vez en la garganta de Camarón, forma parte del misterio de la especie. El documental de Escidier, despliega todo su arsenal formal y narrativo y aun así se queda sin argumento, a media palabra frente a lo que algunos denominan genio. La etimología nos remite a un pequeño dios que nos acompañan desde que nacemos y determina todos los actos de nuestra vida. O sea que todos tenemos un genio?....no creo.
Un amigo de la adolescencia me decía que hay seres elementales. Son la mayoría de los animales y algunas personas, me decía. No está mal. Podría arrimarse que Camarón era un elemental. El toque. La marca. Una cicatriz divina que tienen sólo algunos terráqueos.
La serie (ahora en Netflix), recorre a lomo del canon documental la tarea de contarnos quién era; quién es ese cantaor gitano que  a través de seguiriyas, tangos, tanguillos, fandangos y bulerías reunía en su voz siglos de canto.
 Allá por los 90, conocí a una española. Me bastó una breve charla para saber que S. odiaba a la realeza española; anarquista y militante por los insumisos catalanes. Luego de un tiempo y desde su Barcelona, me envió un par de caset la música que amaba (también debo decir que entre los TDK había unas barritas de hachís que bien supimos disfrutar con los amigos). Algo de Ketama, Aute. Uno de ellos me deslumbró: Potro de Rabia y Miel. Camarón. La tapa era de un potro que parecía dibujado en tinta china y pintado con acuarela. Antes, le había contado a S. que mi único contacto con el flamenco era Paco de Lucía. Yo que venía del rock en todas sus formas, me sentí de inmediato atraído por ese sonido misterioso. No comenzaba aun la última dictadura Cívico-militar cuando fui a Breyer- una casa discográfica a mitad de la calle Junín-, y me compré Fuente y Caudal. Paco, empezó a sonar ese día y durante muchas horas en el Winco de la casa de mis padres, en el Barrio San Antonio. Por eso, cuando S. me preguntó si conocía a Camarón, le dije que no.
 Potro de Rabia miel es su testamento. Su último alarido, grabado en sesiones penosas cuando el cáncer ya lo estaba comiendo por dentro.        
Cuántos siglos trascurren cuando canta Nanas del Caballo Grande de García Lorca?:

 Nana, niño, nana
Del caballo grande
Que no quiso el agua
Que no quiso el agua.
El agua era negra
Dentro de la rama.
Cuando llega al puente
Se detiene y canta.
Quién dirá mi niño
Lo que tiene el agua
Con su larga cola
Por sus verdes alas
Duermete clavel
Que el caballo no quiere.
Duermete rosa
Que el caballo se pone a llorar.

Ahí está Camarón diciéndonos que el tiempo humano es un ventarrón secular y anónimo que abarca océanos de amor y dolor. Pero a ese viento hay que hacerlo entrar y alguien tiene que abrir esas ventanas. A esta altura ya ni sentido tiene si es el artista o el genio.
Anónimo por sin nombre, mestizo por estar hecho de todo. En su mano izquierda llevaba tatuada la luna del Islam y una estrella que lleva al Oeste. Bien lejos de la pureza kantiana. Bien lejos de Hegel quien sostenía que Alemania es la cumbre de la filosofía- que se mueve de Este a Oeste-, epicentro y fin del espíritu humano. La creencia de lo puro suele terminar en tragedias.
 Venimos del barro africano. Nuestra madre es africana. Jesucristo era negro. En el útero de aquella Eva comenzó la deriva de ser humano que ahora se retuerce como un pececillo fuera del agua. Esa deriva conmovedora, fuente y caudal, de lo que somos y seremos suele resumirse en instantes de súbita belleza; como cuando canta José Monje Cruz, el Camarón de la Isla.





lunes, 11 de mayo de 2020

Un mono en la espalda







A Gero

Me ha crecido un dedo en el pie
Un mono en la espalda, el agua lo sacia sólo una vez
Un hueco vacío de murciélagos
De día de mañana de burbuja de aliento ido
Me salió algo de la oreja , un sonajero un estropicio de animal un bicho desconocido por mí. La lluvia lo moja y le crecen alas de libélula. Se le acaba el tiempo y muero de no hablar con nadie.
 Renace  al día siguiente en una espuma viva. Cae en el barrio en primavera o en Navidad. Le crecen seres en un ojo y en el otro también. Vibra el lápiz, la sombra , el trazo el punto la línea con sonido a guitarra vieja. La vieja rama de un árbol viejo lo toca y se duerme soñando el mono en la espalda, el agua mansa, la burbuja y el dedo en el pie.
Una canción suena acústica y terrena,
 nadie sabe de dónde viene….


sábado, 2 de mayo de 2020

Por tus ojos mirado






Al Colo

Apoyé mi cabeza en la almohada
Subí de mí, 
me colgué de trozos del hijo que fuí
y subí un acantilado de piedras hecho, 
bello y aterrador(como todo lo bello de verdad)
Eras tibio  y tiritabas el frío porvenir,
otra vez el aliento  cósmico (dicen que la estrellas son heladas)
Qué lindo que me hayas mirado…
Nunca fui merecedor de nada y así bendecido
pude bajar aquella colina de piedras hecha, por tus ojos mirado.
Manso y final.

jueves, 30 de abril de 2020

Tu cosmos








A cami

Ese racimo de cristales que atrapa la tela de araña por las mañanas, es tu cosmos.
Tembloroso , frágil, colibrí de ensueño
Saluda su milagro con el beso del buen día
El abrazo. La sonrisa justa
Ese racimo es tu cosmos.

lunes, 13 de abril de 2020

Lo que se olvida I








Lo que se olvida I

La mano en el bolsillo
Las pelotitas de pelusa en el fondo Graffa
El leve relámpago en la oscuridad más negra del corazón
El que dijo, cuidado!, no sigas.
El perfume que olía a cuero seco
y sin embargo llamaste aroma.
La boca maloliente
de masticar sutilmente lo que se odia, o súbitamente bello
El párpado vuelto hacia atrás
el hígado inflamado
el dedo asqueroso
la baba del alma rota
para siempre.

lunes, 30 de marzo de 2020

Luneros





Luneros

Hermano, la línea de tus manos parece un arroyo.
Ahí duermen seres sin nombre, vivos, de antigua prosapia
Es de sílice y clorofila, late, vibra, tirita de siglos y siglos empujando el ciclo, el bucle cósmico el aura el eterno retorno.
Tu pelo también , tus huesos, tu espinazo, el iris, la humedad, tu rodilla.
Cierta galaxia micro. Vastedad de tiempo en el espacio del mismo arroyo.
Ciertos pececillos flotan en una curva de arena y piedra, dorados, transparentes.
La línea de tus manos es Nazca, el pulmón, la dentadura, la huella digital del vino y sus ademanes.
Ciertas ideas que salen de tu boca, ciertos lunes
Pececillos disparados en fotones, un océano dentro de otro, y otro más.
Tus manos, parecen un arroyo.

domingo, 22 de marzo de 2020

La última ventana






Contáme de nuevo el barrio. La última ventana
Sentados en la vereda esperando que el sol nos diga.
Besar el alba, la vereda
Contáme de nuevo
La playa, el arenal, la tarde que no se deja ir
El piso de madera
aquel espejo, bien cerca de la plaza
Una vhs te mira y vos....
 no me mirás

jueves, 19 de marzo de 2020

Eso se dijo





Eso se dijo

Los habitantes de aquel pueblo se tocaron los dedos, sólo con la punta de ellos, casi una caricia de aire. Sonaron unas campanas a lo lejos. Era una colina breve, un montecillo de timbós y tacuaral. Las campanas las cruzaban en un tibio viento de verano y siesta. Los parientes se miraron a los ojos, no de frente, pero se miraron. Viejos rosarios iban desgranando rezos y bendiciones de toda laya. La vecindad se susurraba cosas al oído que no sólo eran chismes. Era algo parecido al amor y esas cosas. De que hay que cuidarse porque yo no soy sin vos, dijo uno. Todos sonrieron a la vez. Un poco avergonzados después porque, carcajadas de júbilo salían del garguero liberado de tanta cuarentena autoimpuesta. Como abejas marchaban uno al lado del otro a sumar la miel y la colmena del bien estar. La columna que sostiene al árbol y las cosas nunca dichas. Iban de uno en uno y de dos en dos también. Espalda con espalda, siameses, inseparados. La buena música del caracol, el conejo, las vaquitas de San Antonio, el nácar y el gladiolo. Todos - se dirá mucho tiempo después-, iban en caravana pensando que juntos era mejor,; y así fue que salvándose se salvaron con todo y con todos…gente, conejos y vaquitas San Antonio. Con los delfines, los cisnes las ballenas y batracios varios. Negros, rojos y amarillos, se dijo, anduvieron juntos por vez primera Amor y anarquía fecunda, serenos amanecían un día nuevo. Eso se dijo….

lunes, 16 de marzo de 2020

El coso



Cuando no se toma conciencia de una situación interna, ésta ocurre afuera, como destino. C. Jung


El mundo parece un pajarito en la tormenta. Y cuando digo mundo, me refiero a nosotros ...esa especie parida en los caldos mas sutiles de la vida y la muerte. El barrio vibra en un tono bajito. Sólo Ramón persevera en su esquina como un espartano de mil batallas. El mundo vibra y su cuerda a mutado de líquida a gaseosa (Baumann sonríe sin sarcasmo). Ni todo el dolor ni todas las lágrimas juntas dan para aprender nada. Somos la deriva, solitos, somos el cochero y el pasajero, y a la misma vez nos incendiamos juntos en un abrazo final, vibrante.
Mañana o pasado mañana, nos vamos a reir de hoy con esa sonrisa de imbécil apoyado en un poste y una luz de led alumbrando el coso que fuímos....

viernes, 13 de marzo de 2020

Acá, lo roto







Acá, lo roto, lo partido, lo ido
Allá, el cristal de rocío y la escarcha, el timbó y la palmera
El rejunte, el techo a dos aguas , la tormenta y el cielo atroz,
Un zorzal enjaulado, una vaca muerta un disparo una coral vibrante de vida y muerte.
Acá, las trizas, el apetito,  la vergüenza el espejo, los minutos los días y los años lustrando qué?
Allá un limbo, acá , otro….


domingo, 23 de febrero de 2020

Dany, te ví caminar






Dany que te ví caminar
Parecías un ángel.
Caminabas, hermano mío. Tu cuerpo hermoso
Tu estampa de caballero, algo gótico,
 algo musulmán irradiaba tu andar
Todos te mirábamos, todos.
Algo del barrio en el que crecímos, mordiendo polvo
el tendal de ropas recién lavada por madre
Que te ví caminar , lo juro. Ibas a mi lado ( o mejor…yo a tu lado)
una camisa parda, tranqui, arremangada hasta los codos y….por Dios….
un jean gastado amaban tus piernas
Atravesaste en diagonal la fiesta. Yo te miraba y pensaba
Qué lindo….qué lindo
Dany, te ví caminar.
Te vimos todos…

sábado, 22 de febrero de 2020

No hay dónde






Ni regreso ni voy a ningún lugar
que no conozcas
(estuve en estos días revisando viejos cajones)
Ni inculco la nostalgia  ni lo bello ni lo oscuro
No soy proselitista con vos, ni me limpio contigo.
Tu corazón es único, tiene tu estatura.
y yo tengo el mío.
Fronteriza tu piel, fronteriza la mía.
Intento perdonarme. Que no te perturbe mi asombro
Estoy hecho de esas mismas piedritas que pisan tus pies.
Se nace y el mal está hecho
lamento no haberte consultado.
Espero del mundo, que estés con él.
Espero de vos que estés con él.
La siesta del barrio, los amigos queridos, el balcón, y el ex baldío
( el asunto se complica a veces…)
Ni regreso…no hay dónde



sábado, 15 de febrero de 2020

Hice lo que pude con eso....








Mi padre me dejó lo mejor de él…hice lo que pude con eso.
Íbamos a la orilla del Paraná a pescar. Loma Pelada, por ahí. Salíamos al atardecer, volvíamos al otro día a media mañana. A caballo,  cantando con el pajarerío, atravesando el espinillar.
Se aprende con cierto tiempo, el silencio, las estrellas, las noches sin luna, el fueguito, (hablar poco es decir todo). Me enseñó la tansa, la plomada, la carnada, el anzuelo, el mojarrero, la boga, la virreina, el manduré, la cuchilleta, la mojarra y la paciencia.
Ser milico y peronista no es fácil. Nacido en Puerto Tirol, Loreto Dolores Almirón, alias Amadito, se suma a las filas del ejército luego de la colimba; único modo de salir de un destino de peón de chacra y borrachín de pueblo. Lo destinan al RIM 29 de Junín de los Andes. Aprende a esquiar, se enamora del andinismo y de mi madre, Ena, hija de mapuches. Sube al volcán Lanín con la primer expedición militar y hace cumbre en pleno en invierno. No hay registro de la hazaña. A mi padre y a otros dos camaradas montañistas, le correspondía ser condecorado con el Cóndor de Oro por la proeza, y esa medalla le iba a ser entregada por el mismo General Perón (corría Julio del ´55) Cuando comienza el golpe ya corría el rumor de que los tres expedicionarios dejaron un busto de Evita en la cumbre. A los dos meses comienza la Revolución Fusiladora. Matan al General Valle en el ‘56 y a un sinnúmero de suboficiales en todo el país. Hasta ahora no se ha investigado la feroz purga que quebró al germen del peronismo en el ejército; nunca más fue el mismo. Estuvo preso en un calabozo durante meses…me salvé diciendo que no era peronista, me dijo una vez apenas en un hilo de voz. Padeció en silencio la muerte del General, padeció a Menem y a todos los bandazos con que este formidable movimiento surge y resurge de las entrañas del pueblo una y otra vez. Nunca gorila y por peroncho jamás olvido sus orígenes de pueblo y calle de tierra. Antes de irse, su corazón vibró de nuevo con Néstor y el pueblo en las calles.
 Una noche, frente al Paraná en una noche nublada y sin luna (cuando no hay luna no se ven las manos y sin linterna es como estar ciego), se me hizo una galleta en mi línea, descomunal. El nudo era imposible. Lo mejor era cortar, añadir y seguir pescando. Él, en silencio tomo mi madeja enredada y comenzó , sin linterna y con el sólo tacto a desenredar. Una nube de mosquitos se posaban en sus manos, en su cara. Habrá pasado, una hora, dos?. Me entrego la línea en silencio, desenredada. Luego me dijo por enésima vez, cómo se hace para pescar en la oscuridad  sin que la línea se enrede. Ya lo sé, aunque no parezca...
Es la misma línea que sostenía la noche anterior a morir. Lo sostenía en el aire en la habitación infecta de la clínica. Miraba algo sobre la pared blanca, qué ves papá?, le pregunto. Su laguna de Puerto Tirol, los hermanos, aquella novia, el Huechulafquen, un cóndor de alas doradas?. Me mira como despertando y tratando de entender; que hago acá, quién es el que me habla. Luego levanta el índice otra vez, sostiene la línea, el pulso delicado, vibrante, del agua rozando el nylon, el pez que se acerca, mordisquea y muerde la carnada de tripa. Así levantaba su mano en el cuarto infecto, blanquísimo, séptico, en dónde la gente muere sola. Qué había en la punta de su línea?, qué esperaba, qué sentía en el aire caliente del Paraná, esa noche de invierno con el fueguito y la ollita de hierro, el pan rondín, el salamín?. Su mano de niño. El latigazo del hambre, el cuchillo tintineante, la voz de la abuela Laí. La madre que nos mira cuando nos vamos a ese otro lugar. Amadito…Amadito?...estás ahí, dice la abuela en esa madrugada de no sé cuándo.
Así se fue Loreto, mi padre peronista y milico. Solito o tal vez poblado de todos los recuerdos, los amigos, las novias, los hermanos, la parentela toda en procesión; el Congreso de Almas que nos acompaña en el final.


lunes, 3 de febrero de 2020

Reza tu hora







No seas el ángel quieto
Reza tu hora, tus amigos
el alba y otra vez la lluvia
No imagines  aquél sendero
el río, la cascada, el mar
al que sonríe y el que llora
No imagines tu imagen
No merodees la vida
ni su contraparte
Reza una oración amorosa
con tu amigo
Nombra su nombre con decoro
sereno, manso en la noche.





martes, 28 de enero de 2020

El ombligo








El ombligo
Un rumor de alegría entraba anoche del living al cuarto. Decidí apagar la luz y de inmediato el sueño se me fué. Entra el barrio por la ventana atorada de la Medrano. Escuchan música, se ríen y se ríen. No les importa el mundo y lo bien que hacen. Mirándose con candor el ombligo, festejan estar. El ombligo, único lugar  concreto que nos conecta a nosotros mismos (antes de que el cerebro, nos sacara del mundo). Desde el vientre se viene a la vida y desde ahí a la muerte (el cerebro no ama lo real), sabemos que el ombligo somos nosotros conectados al mundo. Y viceversa.
Flotan como insectos en la luz blanca. Bailan el frenesí del sin saber, al compás del Aquí y el Ahora; celebran encapsulados, burbujitas. La habitación parece poblada por mí; sin embargo son más. El dolor multiplica al dolor y desdobla a todos los seres que me habitan…somos unos cuantos.
La piedra disuelta hierve en el hielo, escribo en un anotador. Llueve el mundo y sus criaturas.




miércoles, 22 de enero de 2020

La hojarasca

Imagen relacionada


I
Vi Memorias de un Asesino (2003) de Bong Joon-ho. El amigo Bong, autor de Parasite(2019) ya bendecido por Hollywood y Cannes tiene dos opciones, seguir haciendo cine o dormirse en los laureles. Sus películas está llenos de una humanidad tan rotunda que creo que va a optar por el cine.



II
Tuve un breve paso por la Escuela Juana Manso poco antes de la dictadura. Arranqué la secundaria en la ENET Nº 2, allá cerca del Puente General Belgrano, pero repetí primer año a causa de una muchacha llamada Gladys, compañera de curso que me tuvo  a maltraer y en el jaleo amoroso (y no correspondido), dejé los libros. La Manso funcionaba donde es hoy el ACA; Mayo entre San Juan y Mendoza. Todavía conserva la fachada, en un piadoso gesto de los funcionarios que de ese modo, “cuidan” el patrimonio cultural arquitectónico de la provincia; detrás de la “fachada” hay un enorme garage. A La Manso íban los que repetían en otros colegios y los pobretones ( yo asumía las dos cosas). O sea se juntaban en sus aulas una runfla de impresentables de toda laya: Patricio, Silvia, Sara, Reyes, Carlitos, Nidia. Hace poco me encontré con uno de ellos en la galería Junín. Eran las 9 de la mañana y venía del Casino arrastrando un vaho a escocés del bueno. Gomecito se hizo chef de un barco factoría y recorrió el mundo sin bajar de ellos para nada excepto para comprarse un buen wisky. Siempre con una sonrisa. Imposible entablar charla en serio con él. De un humor de barrio, simple y juguetón, la charla con él es someterse a una metralla de anécdotas, una mejor que la otra. Me contaba que un ACV lo bajó del barco, que un médico le indicó que debe dejar el wisky y que él le dijo que Claro…ma vale. y ahora disfruta la familia porque así nomá e’  la vida.   
En aquel entonces, principios de los ´70,  íbamos a tomar mate y escuchar música en un flamante tocadiscos a casa de Eli, por Paraguay y Junín. La recuerdo con su pelo negro recogido en la nuca que se lo soltaba ni bien pisaba la vereda de la escuela. Elena, no se sacaba el guardapolvo estando en su casa; se lo dejaba puesto con sus mocasines y su medias azules siempre bajas. 

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 El rock nacional no existía, pero el Flaco Spinetta ya había grabado su primer álbum. En un arranque de no sé qué, Ely me regala ese primer álbum, el del payaso rosa y la lágrima.
Ya tengo 60 años y puede asegurar que hay cosas que te salvan de ser una peor persona. Para mí fue la música y entre ellas la del flaco Spinetta; está en esa Vía Láctea que hizo de mi adolescencia correntina una cosa menos penosa, menos patètica. Con él frote la lámpara y ya sabemos que cuando sale difícilmente regrese. Para cualquier provinciano de entonces, no era fácil escuchar y mucho menos ver  a aquellos músicos. Vívidamente recuerdo haberlo visto al Flaco Spinetta al frente de Invisible por la Tv haciendo Azafata del Tren Fantasma. Una especie de alucinación catódica; trillones de fotones al rostro. Supongo que fue Sábado Circulares de Mancera, no recuerdo otro programa musical que fuera capaz de poner al aire semejante dispositivo de música e imagen: Invisible. Flaquísmo, con el palo largo, la mirada desquiciada, vestido con sólo un jardinero de jean. Colgaba de sus hombros una enorme Gibson ES- 335 y sin embargo se movía como una marioneta. Por fin su rostro en vivo y en directo; un ser del medioevo, algo extraterreno o algo así.. La imagen hipnótica en Blanco y Negro del Flaco no me permitió ver que detrás estaban Machi y Pomo; el power trío más extraordinario del rock argento y uno de los mejores del mundo. En el ‘76 compré El Jardín de los Presentes en Breyer y dos temas del álbum me dejarón una huella (como una cicatriz), en la psiquis, imborrable hasta hoy: El Anillo del Capitán Beto y Niño Perdonado. Sólo por esas dos canciones siento una gratitud fraternal y eterna al Flaco. Eso, eterna y fraterna. El pariente que se elige. El hermano mayor que sin hablar te dijo todo. O casi todo. Ese “casi” va a cuenta de cada uno.
Aquel álbum que tuvo entre sus filas a Tomy Gubitch, Mosalini y Mederos, a la sazón era apenas el noveno álbum de una carrera sin parangón.
 Abelardo Castillo escribe en El que tiene sed: “En esa cama había leído los libros más hermosos del mundo y había soñado despierto los libros que escribiría para que un muchacho de otro siglo supiera que había tenido un hermano en el tiempo”.
Entonces y tal vez hoy, me falta mucho por entender;  la historia del paìs, mi barrio, mis amigos, mis hijos, en compañía de Luis y su música. Sin proponérselo es lo que hacen  ciertos colegas en este viaje fugaz de la flecha del espacio- tiempo y con los que terminan siendo la parentela que nos va a acompañar los últimos segundos de paso por este mundo. Él -el pariente cósmico-,  siempre nos va a preguntar porqué nunca oímos la hojarasca crepitar…


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