Empecé
con unos mareos y terminé diagnosticado
: hipertensión. Menos sal, Losartan 50mg
media pastilla a la mañana y el resto a la noche. El jóven cardiólogo (qué
puede saber del corazón un tipo jóven?, digo yo...), me dijo muy suelto de cuerpo
que el panorama era “severo” y el peor escenario es un ACV. Recomendó caminatas de 45´ y antes de que
terminara la frase ya estaba caminando raudamente.
Nunca
me percaté demasiado en los caminantes de la costanera. Ser uno de ellos me da
cierta autoridad para hablar ya que ahora, soy uno más, no?.
La
costanera de Corrientes digámoslo de una vez, es una vidriera. Por eso la gente
se sienta a tomar mate, dando la espalda al río. Lo bueno del paisaje es la
gente, no el Paraná: uno de los ríos más impresionantes del planeta. Jaime
Dávalos lo dice mejor en El Jangadero: “fabulosa lampalagua”.
Los
caminantes no se tocan, no se hablan (excepto cuando se sale en grupo), se
cruzan fugazmente. Los semblantes son casi siempre de circunspección(¡?), cada
uno concentrados en el paso firme y la mirada casi siempre en el más allá. Nadie se saluda y si lo hacen es “de pasada”.
Rigurosos jogging, zapatillas, buzos, a la moda, eso sí. Todos somos de
clase media (media baja, media media, media alta…). Los de clase baja caminan
tambien. Son los que limpian y barren la costanera correntina, para que luzca
impecable. Antes, hace mucho tiempo atrás,
los barrenderos eran sólo hombres. Hoy gracias a la igualdad de géneros,
hay barrenderas, albañiles, policías mujeres a la par del hombre/masculino, sin
ofender. Los restos de las flores de lapachos son sus penurias hoy. Barriéndolas,
amontonándolas, juntándolas y meterlas en unas bolsas de plástico, todos los
días de cada día (recoger los restos de los de arriba , la humillación
cotidiana de los de abajo).
Hoy
ví una bandada de mbiguá tomándo casi toda la Punta Tacuara. Eran mil o tal vez dos mil. Se dejaban llevar por la
corriente con su línea de flotación baja, que lo hace parecer a una víbora
sacando la cabeza del agua, siempre de perfil como si supieran quién los mira, mirando hacia el puerto. Me pregunté si
cazaban, si esperaban algún cardumen, si era una emboscada de dos mil contra cien mil. Pero casi no se
movían. De pronto uno vuela, lo sigue otro, y otro. Una columna de 100 misíles
se adelanta y aterriza casi sobre el Parque Camba Cuá. Los tengo ahora ahí ante mis ojos. Mil mbiguá como dibujados por algún dios, todos mirándo hacia el
puerto.
La costanera Correntina, territorio dominado por chicas y autos tuneados. Nos levantamos temprano a caminar, a caminar y caminar...
Voy a ilustrar estas crónicas con dibujos de Walking de Ryan Larkin. La recomiendo sólo para entrar al universo de su autor. Un desangelado de esos que describen como nadie a la especie humana.