jueves, 2 de octubre de 2014

Salir a correr I





             Empecé con unos mareos  y terminé diagnosticado : hipertensión.  Menos sal, Losartan 50mg media pastilla a la mañana y el resto a la noche. El jóven cardiólogo (qué puede saber del corazón un tipo jóven?, digo yo...), me dijo muy suelto de cuerpo que el panorama era “severo” y el peor escenario es un ACV.  Recomendó caminatas de 45´ y antes de que terminara la frase ya estaba caminando raudamente.
Nunca me percaté demasiado en los caminantes de la costanera. Ser uno de ellos me da cierta autoridad para hablar ya que ahora, soy uno más, no?.


La costanera de Corrientes digámoslo de una vez, es una vidriera. Por eso la gente se sienta a tomar mate, dando la espalda al río. Lo bueno del paisaje es la gente, no el Paraná: uno de los ríos más impresionantes del planeta. Jaime Dávalos lo dice mejor  en El Jangadero: “fabulosa lampalagua”.
Los caminantes no se tocan, no se hablan (excepto cuando se sale en grupo), se cruzan fugazmente. Los semblantes son casi siempre de circunspección(¡?), cada uno concentrados en el paso firme y la mirada casi siempre en el más allá.  Nadie se saluda y si lo hacen es “de pasada”. Rigurosos jogging, zapatillas, buzos, a la moda, eso sí. Todos somos de clase media (media baja, media media, media alta…). Los de clase baja caminan tambien. Son los que limpian y barren la costanera correntina, para que luzca impecable. Antes, hace mucho tiempo atrás,  los barrenderos eran sólo hombres. Hoy gracias a la igualdad de géneros, hay barrenderas, albañiles, policías mujeres a la par del hombre/masculino, sin ofender. Los restos de las flores de lapachos son sus penurias hoy. Barriéndolas, amontonándolas, juntándolas y meterlas en unas bolsas de plástico, todos los días de cada día (recoger los restos de los de arriba , la humillación cotidiana de los de abajo). 



Hoy ví una bandada de mbiguá tomándo casi toda la Punta Tacuara. Eran mil o tal vez dos mil.  Se dejaban llevar por la corriente con su línea de flotación baja, que lo hace parecer a una víbora sacando la cabeza del agua, siempre de perfil como si supieran quién los mira, mirando hacia el puerto. Me pregunté si cazaban, si esperaban algún cardumen, si era una emboscada de dos mil contra cien mil. Pero casi no se movían. De pronto uno vuela, lo sigue otro, y otro. Una columna de 100 misíles se adelanta y aterriza casi sobre el Parque Camba Cuá. Los tengo ahora ahí ante mis ojos. Mil mbiguá como dibujados por algún dios, todos mirándo hacia el puerto.
La costanera Correntina, territorio dominado por chicas y autos tuneados. Nos levantamos temprano a caminar, a caminar y caminar...
Voy a ilustrar estas crónicas con dibujos de Walking de Ryan Larkin. La recomiendo sólo para entrar al universo de su autor. Un desangelado de esos que describen como nadie a la especie humana.