domingo, 17 de mayo de 2020

Potro de Rabia y Miel



Sentimientos y locuras: José Monge Cruz "Camaron de la Isla"


Potro de Rabia y Miel

                                                 
Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el genio del niño
La lengua rota del viejo
Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento

 José Monje Cruz era el verdadero nombre de Camarón. Nacido en Cádiz, Andalucía en el extremo sur de España, vértice y confluencia de un mestizaje furibundo que arrastraba vientos de Oriente. Un filósofo  definió a esa virulenta zona del Mediterráneo como un lugar en donde se juntas tres desesperaciones: la filosófica del Islam, la religiosa del hebreo y la social del gitano. El documental Camarón, de la Isla al mito (2018), dirigida por un tal José Escudier intenta narrar a un personaje inenarrable. 
De familia gitana; es decir pobre, multitud y anónima, José creció rodeado de otros niños gitanos en un lugar del mundo, único. Cádiz, está a un par de km de Marruecos; en el extremo oeste de la cuenca mediterránea; el sistema mundo que luego sería desplazado por el Atlántico, los determinantes siglo XV y XVI. Poderosas  mixturas que amasaban barro del Indostán por un lado, Estambul, Syria, norte del África, la cuenca del Adriático por el otro, que culmina en Grecia y atraviesa la península Itálica, dieron luz a algo incandescente: el cante jondo flamenco. Aunque se discrepa si fue el baile primero el hecho es que lo gitano es lo que impregna estas materias y aromas traídos de lo más jondo de Oriente, África y el Islam. El hecho de que esas sustancias confluyan todas a la vez en la garganta de Camarón, forma parte del misterio de la especie. El documental de Escidier, despliega todo su arsenal formal y narrativo y aun así se queda sin argumento, a media palabra frente a lo que algunos denominan genio. La etimología nos remite a un pequeño dios que nos acompañan desde que nacemos y determina todos los actos de nuestra vida. O sea que todos tenemos un genio?....no creo.
Un amigo de la adolescencia me decía que hay seres elementales. Son la mayoría de los animales y algunas personas, me decía. No está mal. Podría arrimarse que Camarón era un elemental. El toque. La marca. Una cicatriz divina que tienen sólo algunos terráqueos.
La serie (ahora en Netflix), recorre a lomo del canon documental la tarea de contarnos quién era; quién es ese cantaor gitano que  a través de seguiriyas, tangos, tanguillos, fandangos y bulerías reunía en su voz siglos de canto.
 Allá por los 90, conocí a una española. Me bastó una breve charla para saber que S. odiaba a la realeza española; anarquista y militante por los insumisos catalanes. Luego de un tiempo y desde su Barcelona, me envió un par de caset la música que amaba (también debo decir que entre los TDK había unas barritas de hachís que bien supimos disfrutar con los amigos). Algo de Ketama, Aute. Uno de ellos me deslumbró: Potro de Rabia y Miel. Camarón. La tapa era de un potro que parecía dibujado en tinta china y pintado con acuarela. Antes, le había contado a S. que mi único contacto con el flamenco era Paco de Lucía. Yo que venía del rock en todas sus formas, me sentí de inmediato atraído por ese sonido misterioso. No comenzaba aun la última dictadura Cívico-militar cuando fui a Breyer- una casa discográfica a mitad de la calle Junín-, y me compré Fuente y Caudal. Paco, empezó a sonar ese día y durante muchas horas en el Winco de la casa de mis padres, en el Barrio San Antonio. Por eso, cuando S. me preguntó si conocía a Camarón, le dije que no.
 Potro de Rabia miel es su testamento. Su último alarido, grabado en sesiones penosas cuando el cáncer ya lo estaba comiendo por dentro.        
Cuántos siglos trascurren cuando canta Nanas del Caballo Grande de García Lorca?:

 Nana, niño, nana
Del caballo grande
Que no quiso el agua
Que no quiso el agua.
El agua era negra
Dentro de la rama.
Cuando llega al puente
Se detiene y canta.
Quién dirá mi niño
Lo que tiene el agua
Con su larga cola
Por sus verdes alas
Duermete clavel
Que el caballo no quiere.
Duermete rosa
Que el caballo se pone a llorar.

Ahí está Camarón diciéndonos que el tiempo humano es un ventarrón secular y anónimo que abarca océanos de amor y dolor. Pero a ese viento hay que hacerlo entrar y alguien tiene que abrir esas ventanas. A esta altura ya ni sentido tiene si es el artista o el genio.
Anónimo por sin nombre, mestizo por estar hecho de todo. En su mano izquierda llevaba tatuada la luna del Islam y una estrella que lleva al Oeste. Bien lejos de la pureza kantiana. Bien lejos de Hegel quien sostenía que Alemania es la cumbre de la filosofía- que se mueve de Este a Oeste-, epicentro y fin del espíritu humano. La creencia de lo puro suele terminar en tragedias.
 Venimos del barro africano. Nuestra madre es africana. Jesucristo era negro. En el útero de aquella Eva comenzó la deriva de ser humano que ahora se retuerce como un pececillo fuera del agua. Esa deriva conmovedora, fuente y caudal, de lo que somos y seremos suele resumirse en instantes de súbita belleza; como cuando canta José Monje Cruz, el Camarón de la Isla.





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