lunes, 24 de noviembre de 2014

11 veces 5






A los 5 estoy en puerto Tirol. La abuela Laí tiene una enorme planta de tunas cerca del cementerio, el Viejo Molina es una sombra enloquecida caminando las calles del pueblo.
A los 10 vivía cerca del puente Pirayuí en dónde pescaba bogas y comía nagapirí. Una ñacaniná oscura, el Viejo Saucedo y el Petiso en su satélite rojo. Me roban un potrillo alazán. Mi madre mata a un caranchillo con un Winchester. El odio a la escuela y toda autoridad no me abandona desde entonces.
A los 15 estoy en el barrio San Antonio. Se muere mi amigo Ricardito. Leonor me besa en lo boca y se ríe unánime por siempre, bella flor de barrio. La timidez me come los ojos. Empiezo a escuchar música “progresiva”.
A los 20, sufro el mal de todos los amores por venir. Una de ellas de pelo rojo, titila como “brasita soplada”. La música me salva. Spinetta, vox dei, el bazar de los milagros, los delirios del mariscal, vals de mi hogar, chico puntual, maltratado, la suma de los sonidos. El alma tiene partitura.
A los 25, Ana. Macchu Picchu en año nuevo. Abandono Ingeniería Civil y me meto en la Carrera de Comunicación Social. La primavera democrática. Comienzo a tener amigos por vez primera: Walter, Horacio, Alain….el cine se mete con ellos al corazón, inexplicable…
A los 35, los noventa. Redonditos de Ricota en la calle Baibiene, menemato. Una cabeza de chancho se cocina con el grupo de perdularios adentro. Nahuel y después Camilo.
A los 45, algo parecido a la angustia se me mete en el cuerpo. No logro filmar. Laguna Seca es un balcón en dónde miro pasar el tiempo. Mientras tanto, Gerónimo. Ya somos cinco en el monobloc B, mirámos una palmera mecerse en el viento.

A los 55, la angustia sigue adentro. Pero ya nada es igual, sin embargo es parecido a cuando tenía 5. El mismo terror ante el cosmos, las estrellas, la finitud de lo cotidiano. Los amigos, Ana y los críos, mis padres, la música….el cine.



Fotograma de Nostalgia de la luz, documental del chileno Patricio Guzmán.

Salir a correr III






Sábado por la mañana. El sol, resplandece sobre la Playa Arazaty. Los autos van llegando y de en uno en uno estacionan a 45 grados hasta cubrir toda la extensión desde el puente hasta la estatua de Andresito. Bajan pocos niños, algunas madres, muchas chicas con bolsos silletas, gafas oscuras y termolares. Bajan por el extenso arenal hasta la orilla y ahí se ambadurnan de aceites y semidesnudas comienzan a cocinarse lentamente. Un caballo se dirige al agua con paso cansino (los caballos son los seres más hermosos de este curioso planeta). La zona tomada por los aceitados era hasta hace poco un largo territorio de malloneros y carreros. Supongo que el caballo sólo tiene sed y como nunca se compró una botellita de Villavicencio, se va al río a tomar agua. Es lo que hace. Lo veo posar su hermoso hocico en el agua y beber. Raudamente un bañero se acerca y lo espanta. El caballo no se dá por enterado, el tipo insiste y le tira arena con el pie. El caballo, resignado decide irse y por la orilla se va.
Empiezo a caminar hacia la antigua usina apurando el paso. Toda la costa comienza a bullir de familias, mascotas y corredores con aparatos conectados en los brazos, muñecas y oídos. Vuelvo a recordar una frase del maestro Charles Bukowsky: Qué pasa que todos son más jóvenes que yo!?

En el paseo de los Artesanos , frente al anfiteatro Hernández una morocha expone tambores de todo tipo. Turistas y curiosos los golpean y le sacan el viejo sonido del hombre. Son las 10 de la mañana. Uno de los autos tiene el baúl levantado y desde ahí sale una música electrobasura a todo volúmen. Apoyados en la baranda tres o cuatro muchachos sobreviven de la fiesta aun, zapatos caros, camisas impecables, uno de ellos tiene todavía el saco puesto está apoyado en el borde, la cabeza se le bambolea y mirando el piso parece a punto de vomitar. Uno de ellos me mira pero no me ve. Los ojos se le mueven sin poder fijarse en nada. La borrachera no tiene clase social.
Regreso al punto de partida con los 45 minutos de rutina y con la lengua afuera. Me siento en el muro desde donde se ve el río y los bañistas que ya son un montón. Se me ocurre darme un chapuzón. Me acerco a la orilla y naturalmente me saco mi bermuda cué. Mi boxer esta sanito, es negro y casi no tengo panza. No está mal , me digo a mi mismo. Cuando pongo el primer pie en el agua escucho el sonido de un pito. Meto el segundo y suena otra vez. Esta vez se escucha: Señor, no se puede!. . Un bañero grandote se acerca y me explica de mala gana que está prohibido bañarse con ropa interior. Miro a mi alrededor un epoco azorado y veo esas mallitas que se le meten en el glorioso culo a las chicas por doquier. 


Le digo que lo mío es una malla. Me dice que no es una malla y yo le insisto que sí es una malla. Se lo digo en voz alta y se me acerca el grandote y en voz baja me tutea: Tenés que salir. No viste los carteles?. Para evitar el papelón de que me sirva una piña, vuelvo a calzarme mi bermuda cué y salgo insultando…en voz baja.
Decido revisar los carteles y en ninguno decía que está prohibido bañarse en ropa interior. Me quejo al jefe de los bañistas, le indico con el dedo el censor que está allá mirándonos. Le digo que esa malla la usé en Garopaba (mentira) y que allá nadie jodía a la gente. Le digo que ojalá esas chicas en pelotas estén siempre ahí.
Y me fui , en la misma dirección del caballito.






viernes, 21 de noviembre de 2014

Los sueños, sueños son?




Soñé un estación de trenes. Luego, como todo sueño se transforma en otra cosa. Es un subte que viene y va, enloquecido. Lo pierdo a mi hijo más pequeño. Tal vez tenga 10 años. Esta vestido con una campera fucsia, sin embargo no logro verlo. El vagón pasa delante mío a gran velocidad. Los cuerpos pasan como manchas, pero no hay nada fucsia. 




Qué va a hacer?. Me colocó en su cabeza y la otra mitad es la mía. Trato de pensar como él y adelantarme a sus decisiones. Trato de colocarme en su miedo, su angustia, su inteligencia...
Espero que no salga afuera, espero que no le pregunte a un desconocido y que este le diga: te voy a ayudar, seguíme. La idea es que pregunte a un guarda, o se quede en un andén y no se mueva.
 Si se queda quieto lo puedo encontrar, si se mueve, lo voy a perder para siempre....






miércoles, 12 de noviembre de 2014

Salir a correr II




La costanera es una frontera. Hacia adentro y hacia fuera. Los de afuera nos miran, los de adentro miramos hacia fuera y hacia adentro. El Paraná traza una línea que divide una larga calle en dos veredas. Nosotros, los correntinos, creemos que la vereda nuestra es la única que existe.
Corro por 45 o 60 minutos. Coloco el auto en un extremo y desarrollo las distancias de modo que me permita volver al punto inicial en el momento justo. 30 de ida, 30 de vuelta…Dos ríos transcurren esa vereda sembrada de palos borrachos, palmeras y lapachos. Una, la del río líquido de agua, la otra, la del río líquido de autos. El de agua debe tener unos 60 mil años, tal vez el doble. El segundo,  va a durar lo que un pedo en una canasta.
Los muros de la baranda perimetral, tienen casi los años de la ciudad y de a poco se fu el suyo.  territorio y sin poseerlo, deja un rastro ominoso en un lugar que nunca sery nombre y sin fecha precisa. El extranjeré extendiendo, hasta llegar a la Costanera Sur( un engendro inspirado en Las Vegas). Nos vamos a dedicar por obvias razones a la vieja costanera.

Quien sale a correr puede notar que cada muro posée mensajes de otro mundo. Escritas por seres extraños que vienen del otro lado de las avenidas, más allá de la Independencia, más allá de la Artigas. Hacia esas zonas en donde  se aventuran sólo los micros y remises. Ingresan por la Av del 4to Centenario, la Cazadores Correntinos, la Av Maipú, más allá del km 3.  




 Los extraños, escriben sus nombres con delicadeza sin igual, con corrector blanco y en tipografía variopinta. En cada muro ese rumor lejano se hace presente. El extranjero, como tal,  muestra su hostilidad dejando una marca que nadie pide, que nadie necesita. Ingresa al territorio ajeno y sin permiso deja su nombre escrito en los muros y regresa a sus caseríos, barriadas imperiales de motos, carros, visera y ojota. Simplemente se describen  con nombre y lugar. Con lugar y nombre y sin fecha precisa. El extranjero entra al territorio y sin poseerlo, deja un rastro ominoso en el lugar que nunca será el suyo.
Sus nombres parecen sacados de revistas de modas de esas que se leen en las peluquerías: Brian, Kevin, Jessica…agregan siempre una vocal: Margaa, Miica, y cierran el mensaje con el nombre del territorio del que vienen..del 17, de Pueblito, del Ongay, del Esperanza, las Mil. A veces son grupos de tres o cuatro los firmantes, entonces la rúbrica tiene un detalle que resume el sentido de la incursión: Los Problemáticos, Las Sin Código, Los Mal Llevados…compran una botella de gaseosa y se sientan de cara al río a mirar algo que tal vez sea lo único que, siendo de nadie, lo sienten propio.





Se hacen ver a través de sus nombres y aun así nadie los ve , excepto que se pongan enfrente, amenazantes y con la vista baja. Cuando cae la tarde, regresan. En micros o en sus motitos de baja cilindrada como caballitos de juguete.
Se reúnen luego en las esquinas del barrio a comentar sus patrullas. Muchos de ellos no conocen esas zonas de luz, autos, zapatillas y hamburguesas caras, de mujeres intocables. 
Cuando ellos no están, la costanera es un lugar apacible, sin conflicto.

Nuestro.


Los dibujos son de Ryan Larkin, genial animador canadiense.


domingo, 2 de noviembre de 2014

París- Laguna Seca





Se corta la luz, me despierto. Son las 14. 30. Me tiro al suelo, el calor es insoportable. Me doy una ducha y salgo al balcón a secarme con el aire hirviente de la siesta. El cuero se enfría en un bálsamo y luego empieza a arder de nuevo.
Construyen abajo, en el baldío de Laguna Seca. Ocho obreros trabajan bajo el sol. Cavan unos 10 pozos cuadrados para las futuras zapatas. Ya instalaron el pequeño obrador en donde doblan los hierros para los columnas. En esa única sombra, hay seis motos y dos bicicletas bajo el único timbó que queda en el baldío. Uno de ellos suelda en cuclillas. Desde acá el chispazo del arco voltaico, parece el de un encendedor de mano. Todos están vestido con pantalones de trabajo largos, remeras mangas largas y gorritas de visera. Uno de ellos, el que cava en la primer pozo de la fila, lleva un pantalón de fútbol hasta las rodillas de color rojo y una de mangas cortas de un color indescifrable. Todos usan gorras, no sombreros. Gorras.
Uno de ellos se separa del grupo y cruza la calle de tierra. Regresa luego con unos botellones de hielo. Cinco botellones de plástico escarchado. Los rompen contra el suelo y cargan los trozos de hielo en termolares. Pasan una par de chicas en moto y los dos de este lado le dirigen un par de miradas y luego se agachan y siguen cavando. Están hundidos, casi por arriba de la cintura. Hace 20 minutos que no paran de sacar tierra. Con una manguera le tiran algo de agua para doblegar el suelo reseco y vuelven a cavar. Los terrones son negros primero, ahora son de color rojo.


Domingo de lluvia. Ahí está el baldío, el timbó en el fondo, los pozos. Más abajo los techos de la línea de garajes. A la izquierda la Medrano y más allá de la palmera, la Cazadores Correntinos. Los obreros, imagino estarán con sus familias.


 Otra muchacha distrae su atencion. Se acerca a la línea de garages al pie del monoblock. Está recién bañada. Abre una de las puertas de chapón verde. Tiene una solera blanca livianísima, jean azules y lleva el pelo suelto. Sostiene un celular y unas gafas oscuras en su mano derecha.  Por momentos mete los dedos entre el pelo castaño y lo agita para secarlo  en la leve brisa caliente. Alguien está dentro del garage que no puedo ver. Todos siguen trabajando, uno de ellos sin embargo no puede dejar de mirarla. Es alto y con el rostro aindiado. Ahora toman más agua, el hielo de los botellones se derriten bajo el sol y beben al agua helada, se lo pasan de mano en mano. La piba habla con alguien dentro del garage. Un VW gris, muy nuevo hace su aparición. Retrocede muy lentamente. Hay dos mujeres adentro. Una de ellas va del lado del acompañante y es una niñita de unos 8 años. Ahora son tres las mujeres: la que maneja, una niña y la muchacha. El auto termina de salir. La mujer baja y la niña tambien. La muchacha decide recojerse el pelo sobre la nuca. Lo hace en un solo movimiento con el sujetador que lleva en su muñeca. Es obvio que son madre, nieta e hija. Las tres son iguales. Vestidas de blusa blanca sin mangas, pantalones, y con el pelo del mismo castaño recojidos. Unidas las tres por un solo color de piel trigueña.
Las tres mujeres idénticas husmean en el baúl. Están inclinadas por la misma curiosidad. Algo se perdió. No se levanta el tapaloneta. Uno de los tensores ya no está. La madre hace un gesto de contrariedad. Se golpea la pierna con las palma de la mano como castigándose. Es nuevo y ya se rompió!, parece decir. Cierran el baúl,  ahora lo abren otra vez, para cerrarlo después. Trabajosamente se suben al auto. La madre se coloca  el cinturón con dificultad, está un poco gorda. Se inclina para deslizar el asiento y no encuentra la palanca.  Lleva la cintura hacia adelante. El asiento esta muy adelante, la panza casi toca el volante. Se resigna, se aferra al volante con las dos manos y se dirige lentamente hacia la avenida.  Acelera demasiado, el auto pega un brinco y el motor se detiene. Lo enciende de nuevo y avanza hasta la esquina a 10mts. Allí se detiene ante el flujo de autos y motos que no paran de pasar por la Medrano. Decide pisar la avenida. Dobla y se coloca casi en el medio. Un micro se le pone detrás, acosándo a las tres mujeres a bordo del VW gris. El chofer le coloca la trompa del micro amarillo casi encima. El motor se detiene otra vez. Bocinazo, una y otra vez. Me las imagino adentro de la cabina apremiadas por los bocinazos, hablando las tres juntas. Logran encender el auto. Lo desliza lentamente a un costado de la vereda y ahí se quedan dentro, un largo rato. Los autos y motos pasan veloces hacia la curva de Cazadores Correntinos.
Uno de los obreros ve pasar a un heladero en bicicleta que hace sonar su campanita. Lleva una caja blanca con el logo de El Polo escrito a mano en color rojo. Le grita desde el pozo: Mi gente, a cuanto?!?. El heladero lo saluda y sigue su camino.
Vuelve la luz, regreso a la habitación, el ventilador esta encendido. Enciendo la tele. Abierto de París. Juegan el colombiano Giraldo y un rubio sudafricano de apellido Anderson. En Paris son las las 8 de la noche, acá en el barrio Laguna Seca, casi las 15. 40 hs. En los extremos de la cancha donde la cámara más permanece, están los principales auspiciantes: Rolex, Lacoste y Peugeot. En los laterales, Gatorade y Ricoh.
Gana Anderson el primero. Giraldo recciona, el equipo está preocuoado, 5-5, se corta la luz. Salgo al balcón otra vez. Uno de los obreros se levanta la remera hasta el pecho y deja al descubierto su enorme panza. Es el único que trabaja descalzo. Tiene un cuerpo prodigioso de grasa y músculos. Parece incansable. Se seca el sudor con el dorso de la mano y se inclina de nuevo, pala y pala. Pasan dos niñas casi adolescentes por la calle de tierra. No las miran.
 Voy a la ducha otra vez, humedezco la toalla y me siento al balcón. Regresa la luz.
En los intermedios de cada set las empresas auspiciantes ofrecen Ibupirac, Universidad de Palermo y colchones Simmons. Toyota Plan de ahorro. Fin de espacio publicitario. Luego, en otro intermedio, Hipotecario, Home Banking Autoahorro VW, Gillette, Champion League. Fin de espacio.
Ahora en la cancha central juegan Djokovic y el  alemán Kohlschreiber. Son las 16.hs. El serbio, número uno de la ATP, se convertirá desde el torneo de Roland Garros en el embajador de Uniqlo para los próximos cinco años, la marca de ropa japonesa. Remera, pantalones y medias, adornado con líneas rojas y azules, colores de la bandera serbia. Trascendió que la empresa nipona le pagará cerca de US$ 6 millones por temporada, al serbio por usar esta indumentaria. A eso hay que agregar las zapatillas adidas personalizada con su firma y el logo de Peugeot en su manga izquierda. Sus padres se han separado, dice una entrevista, pero Novak esta preocupado por Federer que le pisa los talones. El suizo es un elegido. Otra vez segundo en el ranking y cerca de ser el número uno otra vez. Según la revista Forbes, en 2013 a junio 2014 está séptimo entre quienes más dinero obtuvieron en el mundo del deporte. Fueron, por todo concepto, 55 millones de dólares, pese a los contratiempos físicos y la falta de confianza. Este año, con una sensible mejora de rendimiento, sobre todo a partir de la final de Wimbledon, no computada en el informe de Forbes, se estima que ya igualó esa cifra. En total, el suizo habría acumulado 600 millones de dólares.
Ganó Djocovic.

Salgo a la ciudad . Cuando regreso los obreros estan sentados en el suelo, acostados, unos acá, otros más allá. Un cerveza helada corre de mano en mano. Uno de ellos se desprende del grupo y regresa con dos más. Son las 19hs, hora de Laguna Seca.

El balcón de Laguna Seca. Novak Djokovic juega la semifinal con el canadiense Raonic. Federer no puede ser número 1. Supongo que estará mirando el partido por Tv en hd Full.