miércoles, 22 de enero de 2020

La hojarasca

Imagen relacionada


I
Vi Memorias de un Asesino (2003) de Bong Joon-ho. El amigo Bong, autor de Parasite(2019) ya bendecido por Hollywood y Cannes tiene dos opciones, seguir haciendo cine o dormirse en los laureles. Sus películas está llenos de una humanidad tan rotunda que creo que va a optar por el cine.



II
Tuve un breve paso por la Escuela Juana Manso poco antes de la dictadura. Arranqué la secundaria en la ENET Nº 2, allá cerca del Puente General Belgrano, pero repetí primer año a causa de una muchacha llamada Gladys, compañera de curso que me tuvo  a maltraer y en el jaleo amoroso (y no correspondido), dejé los libros. La Manso funcionaba donde es hoy el ACA; Mayo entre San Juan y Mendoza. Todavía conserva la fachada, en un piadoso gesto de los funcionarios que de ese modo, “cuidan” el patrimonio cultural arquitectónico de la provincia; detrás de la “fachada” hay un enorme garage. A La Manso íban los que repetían en otros colegios y los pobretones ( yo asumía las dos cosas). O sea se juntaban en sus aulas una runfla de impresentables de toda laya: Patricio, Silvia, Sara, Reyes, Carlitos, Nidia. Hace poco me encontré con uno de ellos en la galería Junín. Eran las 9 de la mañana y venía del Casino arrastrando un vaho a escocés del bueno. Gomecito se hizo chef de un barco factoría y recorrió el mundo sin bajar de ellos para nada excepto para comprarse un buen wisky. Siempre con una sonrisa. Imposible entablar charla en serio con él. De un humor de barrio, simple y juguetón, la charla con él es someterse a una metralla de anécdotas, una mejor que la otra. Me contaba que un ACV lo bajó del barco, que un médico le indicó que debe dejar el wisky y que él le dijo que Claro…ma vale. y ahora disfruta la familia porque así nomá e’  la vida.   
En aquel entonces, principios de los ´70,  íbamos a tomar mate y escuchar música en un flamante tocadiscos a casa de Eli, por Paraguay y Junín. La recuerdo con su pelo negro recogido en la nuca que se lo soltaba ni bien pisaba la vereda de la escuela. Elena, no se sacaba el guardapolvo estando en su casa; se lo dejaba puesto con sus mocasines y su medias azules siempre bajas. 

Resultado de imagen para El jardinde los presentes tapa


 El rock nacional no existía, pero el Flaco Spinetta ya había grabado su primer álbum. En un arranque de no sé qué, Ely me regala ese primer álbum, el del payaso rosa y la lágrima.
Ya tengo 60 años y puede asegurar que hay cosas que te salvan de ser una peor persona. Para mí fue la música y entre ellas la del flaco Spinetta; está en esa Vía Láctea que hizo de mi adolescencia correntina una cosa menos penosa, menos patètica. Con él frote la lámpara y ya sabemos que cuando sale difícilmente regrese. Para cualquier provinciano de entonces, no era fácil escuchar y mucho menos ver  a aquellos músicos. Vívidamente recuerdo haberlo visto al Flaco Spinetta al frente de Invisible por la Tv haciendo Azafata del Tren Fantasma. Una especie de alucinación catódica; trillones de fotones al rostro. Supongo que fue Sábado Circulares de Mancera, no recuerdo otro programa musical que fuera capaz de poner al aire semejante dispositivo de música e imagen: Invisible. Flaquísmo, con el palo largo, la mirada desquiciada, vestido con sólo un jardinero de jean. Colgaba de sus hombros una enorme Gibson ES- 335 y sin embargo se movía como una marioneta. Por fin su rostro en vivo y en directo; un ser del medioevo, algo extraterreno o algo así.. La imagen hipnótica en Blanco y Negro del Flaco no me permitió ver que detrás estaban Machi y Pomo; el power trío más extraordinario del rock argento y uno de los mejores del mundo. En el ‘76 compré El Jardín de los Presentes en Breyer y dos temas del álbum me dejarón una huella (como una cicatriz), en la psiquis, imborrable hasta hoy: El Anillo del Capitán Beto y Niño Perdonado. Sólo por esas dos canciones siento una gratitud fraternal y eterna al Flaco. Eso, eterna y fraterna. El pariente que se elige. El hermano mayor que sin hablar te dijo todo. O casi todo. Ese “casi” va a cuenta de cada uno.
Aquel álbum que tuvo entre sus filas a Tomy Gubitch, Mosalini y Mederos, a la sazón era apenas el noveno álbum de una carrera sin parangón.
 Abelardo Castillo escribe en El que tiene sed: “En esa cama había leído los libros más hermosos del mundo y había soñado despierto los libros que escribiría para que un muchacho de otro siglo supiera que había tenido un hermano en el tiempo”.
Entonces y tal vez hoy, me falta mucho por entender;  la historia del paìs, mi barrio, mis amigos, mis hijos, en compañía de Luis y su música. Sin proponérselo es lo que hacen  ciertos colegas en este viaje fugaz de la flecha del espacio- tiempo y con los que terminan siendo la parentela que nos va a acompañar los últimos segundos de paso por este mundo. Él -el pariente cósmico-,  siempre nos va a preguntar porqué nunca oímos la hojarasca crepitar…


   Resultado de imagen para El jardinde los presentes tapa





No hay comentarios:

Publicar un comentario