Av de mayo al 900. Un trozo de vacío con puré, 58$.
En este barcito de seis mts de frente hay unas 50
mesas y está repleto de gente, estoy sentado frente a la puerta de entrada.
Llega un matrimonio jóven con dos hijos. Ella es una rubia teñida, flaca y
huesuda. Las cejas sobredepiladas y dientes de amarillo subido. Él está de
espaldas, tiene una camiseta con el 10 de Messi, descolorida y parecida al
gris. tatuaje en el brazo derecho. La luz
rasante que viene de la vereda resalta una cicatriz en el pómulo
izquierdo. Cerca, en la mesa vecina termina de sentarse otro varón de la noche.
El pelo afeitado al ras y un jopo engominado. Teclea el celular ensimismado. Tiene
el tabique nasal roto. Sin embargo, no parece un boxeador retirado. Más bien
parece un luchador de kikboxing.
A mi lado se instala una familia completa. El
muchachón es alto, gorrita y bermuda cuadrillé. La doña tiene el pelo rojo y
una musculosa del mismo tono. La abuela acomoda trabajosamente su culo enorme
en la silla mientras le da un tarascón al pan que se amontona en la panera de
plástico.
La avenida, la primera de sudamérica con una arquitectura tironeada por el art noveau y el neoclásico. Un bulevar
construido por la generación del 80 a la medida de sus sueños. Copiada a los franceses, construida por
italianos y habitada por españoles, dijo alguno. La avenida que en ambos
extremos, une los dos poderes con que la República traza su devenir luego de la
derrota de Caseros.
Ahí estoy sentado. Pido un Vasco Viejo de 374 ml, y
veo pasar al “aluvión zoológico” rumbo a la plaza del 45, luego Alfonsín y su
breve primavera, luego Menem (el Facundo de las pesadillas de Sarmiento, hecho realidad). Ayer pasaron las huestes de Cristina por acá, me digo (último
discurso del segundo mandato de CFK,
inaugurando las 133 sesiones del Congreso).
El tintillo baja por el garguero pero el sabor
amargo, sublime, se queda en la lengua esperando sin apuro a que pase la marea.
Hotel Alcázar. Su fachada ha sido mutilada y otros
negocios se reparten su viejo rostro español. Un subway de hamburguesas wow!. Casas de quinielas. Un negro
africano pasa vendiendo gafas de sol.
Me recuesto en la silla. Suena Calamaro cantando Paloma.
Pido palillos a la moza. La doña de al lado escucha y me cede el porta
escarbadientes de su mesa. Le agradezco y me regala una sonrisa grandota. Me
quito las porquerías de los dientes tapándome la boca como me enseñara Loreto,
mi padre.
La niña de enfrente, le indica a su madre que se le
acumuló rimmel en la esquina de uno de sus ojos. Esto lo hace a través de señas
discretas. La madre se lo saca con el meñique. Está?, inquiere. La niña le responde que sí, con la cabeza.
Encienden el televisor y en mute buscan algún canal de noticias. Ya no me interesa. Apuro el
medio trago de vino. Atrás, suena Kate Bush, Babooshka. Salgo a la avenida de Mayo.
https://www.youtube.com/watch?v=6xckBwPdo1c