miércoles, 31 de julio de 2013

La plantita de Tito y Pepe








La marihuana siempre estuvo cerca. Al menos desde mi adolescencia que es cuando se tiene noción del peligro y de lo prohibido.
A Tito lo conocí en aquellos tiempos cuando ya vivía en el Barrio San Antonio. Mi familia dejó el campo y se acercó al centro, siempre sobre la avenida Maipú, esta vez cerca de la estación de trenes y del Club Teléfonos.
 Tito se alimentaba de comida macrobiótica, leía a Nietzche, fabricaba bolsitas de plástico, escuchaba Rock & Roll y fumaba marihuana. Razones por demás buenas para ser su amigo. Yo pasaba las horas en su casa, junto a su esposa y su hijo pequeño a quien llamó Demián ( Hesse no tardo nada en entrar a mi cabeza calesita). El tren de cuando en cuando pasaba por detrás de su casa de madera. Techo a dos aguas,  una habitación, una cocina comedor y el baño afuera.
Tenía los ojos muy azules, el pelo largo y barba: un jesucristo pagano en el barrio,  con una Fender Stracocaster roja y una Harley que ocupaba la mitad del comedor. Componía sus propios temas sacados de lo mejor de rock pesado. Los títulos lo decían todo: Te encontré Lucifer, Gusanos Roedores. El legado del filósofo alemán le enseñó a fustigar todo uniforme y toda sotana con vehemencia y humor cáustico. Me pasó, Humano demasiado humano, Hecce Homo,  El Anticristo,  Así hablaba Zaratustra.
Nunca voy a olvidar los primeros versos : Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!. Lo leí en casa con el corazón detenido. Con el tiempo, y sólo con el tiempo, apenas si pude comprender al filósofo que decretó la muerte de Dios. Bien pronto Spinetta, aullaba No tengo más Dios....
...mi alma estaba como una vaca de esas que la marcan con un fierro candente....
Tito, tenía los ojos azules, la piel oscura y una sonrisa bellísima. Siempe estaba riendo ahora que lo recuerdo. Con él me fumé el primer porro una tarde escuchando al Flaco: si quiero, me toco el alma, me dijo esa vez al corazón , en un susurro extraterrenal y sin embargo en el corazón del barrio, cerca de las vías. La tarde caía. Regresé ya de noche a casa, y si bien eran apenas unas diez cuadras, tardé un siglo en llegar a mi habitación. O sea, ahora tengo ciento  cincuenta y cuatro años de edad. No está mal....

Lo recordé así a él. Mi amigo Tito estuvo preso porque le encontraron una plantita en el patio de su casa. No sé qué  le dolió más , si estar preso o que el buchón fué uno de los que frecuentaba su casa, su cobijo, de libros y música sagrada.
Después de eso nunca volvió a ser el mismo. Un día se fué y no volvió más.
Ojalá el Uruguay abra el camino a esta semilla hija de la Pachamama y amiga de mis amigos.












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