Los
envuelve en un paño amarillo.
Los
arrulla en sus manitas de ángel.
Les
acaricia el lomo pegoteado de leche seca y hambre huérfano.
Todo
melancolía en el planeta danzando la
muerte más mortal, todo azul y misil en
veneno.
Le
acaricia el hocico. Voluble y ciego. Se aprietan en el pecho, le pide que
duerma todo animal en sí. Los dos intocados por la historia.
Se
duerme el mamífero acompañado del ángel con nombre y apellido.
Son
sólo dos gatitos de mierda y nadie se resigna.
Los
trata cómo a parte de su alma, o cualquier otra cosa insondable.
Un
pétalo del mundo, suelto en mi balcón...
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