miércoles, 22 de mayo de 2013

Walker, oscuro y transparente







Scott Walker, 30 Century Man (2006), un documental de un tal Stephen Kijak, en la tele. Siendo un dispositvo tan vulgar, la poesía y su sino oracular, sale a veces de la pantalla de la mano del cine. Lo ví luego de despertarme de una siesta.
Walker (1943), nace en EEUU pero se cruza el océano y se instala en el regazo de la  madre  que hace parir los sonidos yankis: Londres.
Leía a Sartre y escuchaba a Jacques Brel, su voz de barítono empezó a tener la sonoridad de la época. Como Dylan y algún otro.
Pasa años de ostracismo, y sin veleidades lanza un álbum siniestro que llama Tilt (1994). Los sonidos, apoyados de testimonios directos (vocalistas, músicos como Brian Eno, David Bowie, productores, técnicos), podrían denominarse, vanguardia o experimentales, pero como no era su intención iba más allá. Bien más allá.
El documental toma distancia, pero Scott lo envuelve al director como una hiedra.
Ser oscuro y trasparente a la vez. El cine, hijo de tantos oficios a la vez, también puede lograr eso instantes. Breves y luminosos.


Esta mañana
en mi habitación,
una pequeña golondrina
estaba atrapada.
Voló,
desesperada,
hasta que cayó,
exhausta,
en mi cama.
La recogí
sin asustarla.
Abrí la ventana.
Luego abrí la mano.

S.W.



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