lunes, 20 de mayo de 2013

El pelo de Copérnico tira más que una yunta de bueyes






Ya todos sabemos el dicho de los dos pelos de una concha y la yunta de bueyes, no?. Para los que conocimos el amor silvestre sabemos bien que es así. Producto de las usinas del saber popular, amasados en siglos de observación y praxis, la frase tiene esa mácula: inapelable. Lo fue también la Revolución (así, con mayúscula), iniciada por un tal Copérnico (1473), hace un par de años atrás.







Nacido en el seno de la incipiente burguesía europea, que siglos después provocaría la Revolución Francesa y el fin de un modo de ejercer el Poder a través de otra yunta temible: el Rey y el Dios cristiano. Estudió medicina , derecho y  astronomía. Es en esta etapa que comienza a leer a los maestros de Oriente de quién toma saberes no contaminados por mandatos divinos, sino de la pura observación. Ptolomeo(c100- c 170) ya había descubierto (en contra de Aristóteles), la excentricidad de las órbitas planetarias. Copérnico tardo en reconocer tal cuestión (la hizo Kepler después), tal vez abrumado por la realidad. Siendo un clérigo no aceptaba la elipsis. Sí  al círculo, que como todos sabemos es perfecto o sea divino. Fue más allá de los que hubiera querido descubrir. Una aberración inconcebible. No es difícil imaginarlo, con sus instrumentos ópticos, sus papeles, su cálculos, sus fórmulas y estupefacto: El centro del Universo no es la Tierra,  sino el Sol.
Desde entonces, Tierra podría bien escribirse en minúscula. El paso de la teoría geocéntrica a la Heliocéntrica dejo al Hombre (al hijo de Dios), en los lindes del Universo. Un escupitajo conmovedor sin embargo, en el suburbio del cosmos que se hace, cada vez más grande e incomprensible. Nicolás Copérnico escribe De Revolutionibus orbium coelestium, que es prohibido por la iglesia. Lo mismo que le ocurrió a Galileo tiempo después.
La porra cristiana ha sido vehemente y por lo tanto disuadora, sin demasiado argumento.
La Revolución Copernicana coloca al Hombre en el centro de las cosas. Secularismo y ciencia fueron de la mano desde entonces. De ahí en más se convierte en el diseñador, en el gran ejecutor. El huérfano comienza a marchar sólo . 
El ciudadano es ante todo individuo y este define su modo de ser y estar en el mundo. La expresión política de ese anhelo es la Revolución Francesa y la decapitación de Luis XVI  llevó con su cabeza los últimos vestigios de los provilegios monárquicos. Después el Capitalismo construye un nuevo monarca: el individuo propietario.
En el 2005 un equipo de arqueólogos polacos descubrió, sepultados en la Catedral de Frombock unos manuscritos de Copérnico. Entre ellos encontraron unos pelos. Resultados de su ADN confirman a traves de un análisis, que pertenecían efectivamente al astrónomo polaco fallecido en 1543. 
El hombre tiró abajo 15 siglos de teroría geocéntrica y nos dejó a todos inermes. Sin Dios.
Un prueba categórica, de que un pelo de Copérnico tiran más que una yunta de bueyes.






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