domingo, 5 de mayo de 2013

La obsidiana






Son las 21. 41 de un domingo lluvioso y frío en casa de Miguel.
El viernes fuímos a El Bólsón a ver El Verano del Camoatí del Fede Laffitte.
Dos horas y media de viaje entre montañas hasta llegar al pie del Piltriquitron, y otro tanto de regreso.
Ahora, repasamos Perón contra la langosta (sin eses), un teaser, y los pormenores de equipo técnico. Toledo supongo que desde El Tragadero recibe el influjo de dos tipos empujando las imágenes que vendrán. Bien lejos, desde Patagonia.
Estuve un rato con Melina. La hija de mi prima Cuca (la que más amo). La tía Jazmina , en Junín de los Andes ya sabe que estoy a sólo 300 km. No puedo ir a besarla. No puedo.
Al pie del Nahuel Huapi, rodeado de montañas, algo mío me dice que también soy de acá.
Ojalá mis cenizas se esparzan en el Chimehuin algún día. Y en el Paraná en el otro.








I                                                                                                                                                            Ahí voy a caerme.
Sin testigos y con la cabeza en la piedra que me eligió, voy a dormir el sueño del principio, mirado por árboles y otros seres que han sabido de mí hace siglos. Mi muerte será perfecta si logro irme escuchando el hilo de agua cerca mío. El olor que me dice donde estoy, las cosas que no me supe decir, paladeando el aire helado y sabio de mis abuelos.
Ana y Gregorio me esperan - y como nunca se fueron -, voy a cobijarme a su lado de nuevo como cuando era un crío .

II
Me iré con mi padre a cuestas . Tal vez con mamá distraída y sin ganas en el protocolo de amigos fastidiados en la tarde yéndose con menos ganas.

III
Una obsidiana en mi  lengua.
Un aletazo negro que me cuente el porqué.
Una lluvia con forma de madre.
Un 22 de noviembre con la cara de mis hermanos, de mis hijos, de mi amor.
Una torcaza de testigo circunstancial y una voz aun sin Verbo haciendo estallar la oscuridad en mi cara . Un mineral rojo en mi garganta, algún yuyo bueno en mi ojo, una brisita que me revuelque la osamenta, al fin.
Y apenas un dolor cálido en el costado...

IV
Me voy livianito de deudas y otros avíos . 
Nunca merecí a las plantas del balcón , ni las paredes del barrio. 
Sin embargo todo se presenta en un lento devenir de deudas por hacer.  No las llamo pero vienen desde rincones inconcebibles...


                                                       Sameer Makarius





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