Sábado
de lluvia. Mi hijo , Nahuel, escucha al Flaco Spinetta.
Cuando
murió sentí que algo mío se iba con él. Algo inexplicable (para eso está la
poesía).
Yo vivía en el Barrio San Antonio y Spinetta no me era ajeno. Había escuchado
Superchería en LT7 y la conmoción aun me dura. En ese entonces, con la poca
edad, en una provincia ultraconservadora, viniendo del Pirayuí, escucharlo era
muy arduo. Lo más parecido fue cuando me comí un par de cucumelos: lo
inenarrable, el borde de las palabras, el balbuceo del niño, el asombro del
viejo cuando mira para atrás, el estar nomás, sin aquí y sin ahora.
En esto de las redes un día escuché azorado, un sonido de cuando tenía 16 años.
Mientras
escucho Azafata del tren fantasma, le cuento a Nahuel que ese fué el tema que "ví" en el televisor blanco y negro un día de 1975 (Ana me ayuda con los
números: yo tenía entonces, 16 años).
Cuando
murió el Flaco sentí que se moría el hermano mayor que pude haber tenido. El
que te dice no te golpées con esa piedra, abrí los ojos, cuidáte. No es el
Padre , es el hermano mayor. Es la generación que se tragó la dictadura
militar.
Un
incendio en el Canal 11 de entonces destruyó todas las cintas. Pero el audio
esta hoy en casa. Ahora Perdonado,
sale por las ventanas del Monoblock B, la lluvia acompañana al viejo perro blanco, condenado , por el
diablo de febrero.
Ha
pasado casi 40 años y el Flaco canta como aquel día en el Barrio San Antonio.
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