lunes, 24 de marzo de 2014

El Viejo Symns



Lo conocí al viejo Symns a través de le revista Cerdos & Peces, allá por los ´80.
Era un apéndice ( o mejor una protuberancia de El Porteño), en dónde escribían el Indio Solari, Vera Land, Tom Lupo, Ricardo Ragendorfer y por sobre todo , por sobre todo, las flamígeras editoriales de Enrique Symns. A todo hijo de la dictadura que haya recorrido esas páginas- en los tiempos en que el alfosinismo parecía una primavera-, seguro leerlas era un salto hacia adelante, como sacarse algo de adentro. Una infección purulenta, un pedo primordial, un vómito alucinante por dónde salían todos los bichos de la dictadura. Inoculados en la escuela, la familia y el barrio.

Allí conocí a W. Borrouhgs, Bukowsky, Perlongher, Foucault, Artaud. Esa piara de autores cuyos textos eran cuchillos afilados en la piedra del odio a las instituciones. Esas instituciones, en dónde el miedo y la vergüenza nos convierte  en enemigos de lo mejor de nosotros mismos.
Luego de esas páginas( las de Crisis y Fin de Siglo ciertamente), uno salía como chancho al batatal, hociqueando en las librerías a ver si era verdad que existían esos tipos de pluma como yilé.
Textos revulsivos, incómodos, perturbadores, iluminadores en dónde confluían el asco y la dicha. La Democracia se envolvía otra vez en una bandera andrajosa y maloliente, se pintaba la cara doliente, se ponía linda con rimmel barato y un rouge parecido al rojo.
Symns timoneaba su nave enloquecida y la llevaba mar adentro a un puerto que todos sabíamos que no existía.



Un día nos visitó a la Carrera de Comunicación Social. Dió una charla sobre Periodismo no se qué, con su vaso de ginebra a la diestra. Lo fuímos a ver los amigos de siempre abrumados por su presencia  de loco enfermo. En una de las aulas de la Escuela Sarmiento dió una charla para un grupo de compañeros  que nos dejó doloridos en el alma. Luego lo llevamos a LT7!!. Hermosilla Spak no pudo con su verborragia hiriente y se quedó solo en la emisora escuchando una larga de ristra de oyentes solidarizándose con él.  Los que pudimos lo seguimos en una caravana de alcohol por los bares de la ciudad. Mucho después volvió con la misma actitud irreverente. Lo registré con mi vhs, saluda desde una pequeña ventanilla, canta un blues, recita poemas como escupitajos y terminamos todos, comiendo una pizza frente a la Plaza Cabral. El Ciego Bordón siguió con él hasta quién sabe dónde de esa noche correntina.



Con el tiempo lo ví un par veces. Una, en la misma redacción de la revista que luchaba por sobrevivir. Ya corrían los tiempos del menemismo. Bajámos al zótano con el Perro Pujol y vimos azorados las pilas de revistas que luego nos regaló. Arriba nos esperaba en un bar frente al Parque Lezama. El mismo en el que una noche escuché a Pajarito Zaguri. 
Otra vez nos citamos, en el legendario bar, El Británico. Cuando me senté a su mesa estaba tomando un vaso de gancia con vodka. De a ratos metía su mano al interior de su saco y sacaba con la uña de su meñique una dosis matinal que le hacía brillar los ojos de niño. 





El viejo Enrique Symns es el último periodista argentino que nace de una tradición de los ´60. Del  rock, literatura rebelde, LSD, inconformismo militante. Una raza de caballeros solitarios, escépticos, desesperados librepensadores en contra de todo lo que tenga uniforme, abogados, profesores, médicos y siquiatras (la policía del alma), la Iglesia y todo poder oculto, detrás del Poder.






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