sábado, 18 de enero de 2020

El poeta y el colibrí



Monos, de Alejandro Landes. Un tipo jóven de no más de 45 años. Tal vez menos. Cuando se le pregunta qué cine le gusta, nombra a Reygadas y a Amenábar.
 Recomiendo del primero Luz Silenciosa. Un cine de planos y encuadres donde el tiempo se precipita, detenido. De ese oleaje deriva el cine latinoamericano. Fluye en remolinos. Un cauce caótico como la historia que nos tocó transcurrir desde el trauma de 1492. Cierto cine da cuenta de ello. No todo el cine, pero con ese "cierto" basta y sobra para ver.

Mientras oigo Por del Flaco, me viene al corazón Jorge Sánchez Aguilar, poeta. Decir "poeta correntino" es una disquisición topográfica al pedo.
Enero de 2020. Salimos de el Patio Cultural con Joaquín. El olfato nos llevó de un flyer a una dirección por la Yrigoyen. Yo estuve ahí, me digo. Corría el `85/86 fin de la primavera alfonsinista. En uno de aquellos años voy a un Taller de poesía dictada por Jorge. En ese entonces, como todo buen hijo de la dictadura, creía que que ciertas cosas suceden sólo con algo de voluntad. Entre ellas, escribir poesía.....
Hasta que un día subí al piso del poeta, (por la misma Irigoyen en dónde estoy entrando ahora, un santuario, tierra sagrada) por la misma puerta de hierro con Joaquín a mi lado. Él está sentado al medio en una posición que  la imagino un poco incómoda . Hay pastafrolas en un costado, sillas y gente variopinta, entre ellas al imprescindible, Tony Salazar. Me acerco y lo abrazo en cinco pasos que duran unos treinta años. El piso de baldosas en ajedrez me sostiene apenas. No me sale nada de la garganta y sólo lo miro. El que me enseñó Gelman y Caldáliga, y Cadogan y los Hnos Boff, me abraza.
 A propósito de Gelman, dijo algo así como: Hay muchos poetas y poca poesía....con lo cual mi voluntad se fue a la misma mierda...
Ahora escúcho Alarma entre los Ángeles y estoy en el patio del poeta. Habla uno, luego otro. Entonces Jorge Sänchez Aguilar toma la palabra, lee, y una galaxia de colibríes empieza a zumbar en el patio. Forman una caravana, una bandada o algo así y nos llevan a ese lugar en donde cruje el fuego. Un asiento de fogones, creo. Algo que se cierra en a garganta y de tanto no salir se qued en el pecho, en el plexo. habitándolo todo. El poeta habló.  


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