martes, 4 de mayo de 2021

 

Lo ví a Horacio


Éramos estudiantes cuando rodamos nuestro primer mediometraje, en SVHS. Agarramos un cuento de Cortázar de excusa y salimos a probarnos; algunos detrás de cámara y otros delante: Horacio fué uno de ellos. Un outsider, un animal de pantalla, intenso y filoso como la cuerda de un violín. Bresson, que no creía mucho en la "actuación" decía que, nadie actúa lo que no es. Lo que no se tiene adentro, nunca sale. Es así, digo yo.  

Con Cabeza de Chancho (1999), nos pusimos el cuchillo entre los dientes y desde entonces andamos espalda contra espalda en esto del  cine guerrillero: hacer todo con poco, en equipo, organizados, sin hacer mucho ruido, amorosos en el ejercicio del oficio, sembrando con el ejemplo, lo porvenir. La delicia...

El cine de periferia no tiene tiempo ni lugar. Sucede en los márgenes como flores silvestres. 

Aquí y allá, se hace ese cine-luciérnaga: titila con luz propia en plena oscuridad. El Cine de Periferia no busca condescendencia. Ni pretende la bendición de nada ni de nadie. De lo pobre sale eso que nadie puede filmar. El dolor y la alegría del pobre, no tiene moneda que lo pague. Sucede.

Horacio, anda sólo, encuadrado, en un travelling/secuencia, de la barriada con calle de tierra, de madrugada casi siempre. Un cowboy crepuscular viéndose actuar, lo que se tiene adentro.

Yo, que siempre miro la escena, lo ví a Horacio, otra vez, desnudo frente a cámara.







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