Alguna vez salí de una sala porteña
con un amigo, un poco abrumados por lo que acabábamos de ver. Una peli
impecable desde lo técnico, narrativo y estructural. Caminamos un par de
cuadras en silencio, incómodos, por la falta de certezas, con las imágenes
dando vueltas en la cabeza. – Qué es lo
que no me gusta de esa película?- me animé a arrimar. Lo que no te gustó, me contesta al instante, es que no tiene pelotas.
Creo que fue Orson Wells el
que dijo que hacer una película no es tan difícil. Lo dijo un ególatra
incurable, pero a la vez lo dijo el autor y director de Ciudadano Kane cuando
tenía apenas 25 años. El cine, un oficio que se construyó a sí mismo como casi
todas las artes. La academia, los libros, los profesores y los críticos
vinieron mucho después, cuando el camino ya fué allanado por los pioneros
primero y los maestros después: Griffith, Einsestein, y los que los siguieron
en las décadas fundadoras, 20, 30 y 40. Luego, la aparición del cine
espectáculo/entretenimiento logra obturar esos formidables procesos y que hoy
es un hecho marginal: el arte
cinematográfico. El mainstream ha
intoxicado todo el imaginario audiovisual del mundo: el hombre que consume es
el hombre que mira Tv y de inmediato internet le coloca delante de los ojos lo
que quiere(?), ver. Así es muy fácil caer en las emboscadas del que quiere y el
que puede. A la vez la tecnología logra
sintetizar las herramientas para registrar la imagen en movimiento. Las
herramientas están cada vez más al alcance de cualquiera, con lo que el oficio
se pone al alcance de quien quiera. Aparecen las pelis, los actores, los
guionistas, los actores y debajo de cada baldosa las huestes del cine amateur
se proclaman cineastas. Tal vez sólo la música haya retroalimentado
generaciones de músicos que salieron al arte desde el sólo oficio de tocar un
instrumento. Un arte socializante: la música y el cine. Claro que no todos
pueden decirse Bob Dylan, o Luis Alberto Spinetta aunque quisieran. Digo que colocar las palabras Azul, Olvido y Nostalgia
juntas, no te hace poeta. Tampoco si amontonás tres planos para traducir dichos
estados del alma. O como dijo el gran Juan Gelman: Hay muchos poetas, pero poca poesía.
El último Guácaras 100%
Regional ha sido extraordinario. El generoso festival correntino cuya impronta
es la de dar pantalla a quien se le anime a la imagen y el sonido logró este
año, 2016, un nivel excelente gracias a la selección, en Competencia Oficial,
de un par de películas paraguayas que hicieron la diferencia. Zulema, y Marcas en el Agua, Dir. Angel Molina y Kuruzú Rebelde, Dir Miguel Aguero. Películas que por lejos han sido
lo mejor del festival, incluso más allá de los premios, que ya se sabe, son
pura subjetividad.

Puse atención en el cine de
los paraguayos con Cuchillo de palo,
Dir Renate Costas, allá por el 2010 y antes con Hamaca paraguaya, Dir Paz Encinas. O sea, me refiero a la
generación emergente ya que desconozco a sus mentores originales.
Lamentablemente sabemos más de la producción porteña, distante a mil Km de
nosotros (cultural y políticamente hablando) que a nuestros hermanos paraguayos
cuya impronta está en la música, en los rostros, en el hablar, en el comer, en
los silencios piadosos de la política de los mismos capangas y caudillejos que
padecemos en colores parecidos. Ellos son un País; a nosotros con un par de
provincias nos basta y sobra. Hijos de la Gran Guerra, su magisterio es el del
Dolor. Saben arreglárselas solos. Entienden la solidaridad del que se sabe
independiente. No tienen un INCAA que los guíe y les diga qué deben hacer, cómo
deben mostrarse, qué es lo que se dice y lo que se calla. No tienen un tutor que
les enderece y los haga modositos a lo que la “industria” exige. Hacia ese Sur
deberíamos marchar, correntinos, chaqueños, misioneros, formoseños y
entrerrianos, ya que está. Digo,
dejarnos de joder con la potestad del INCAA y su ristra de supuestos sobre lo
que debe ser por sobre lo que se quiere…y se ama. Todo centralismo tiene su
periferia. El problema es cuando la periferia
se cree centralismo. No es poco común ver en la producciones locales y
regionales, los tonos y atmósferas que pide la estética porteña. Poco importa
si se es consciente de ello. El uso ideológico es imperceptible, por algo es
ideología. De otro modo, no funciona. Se ha escrito mucho sobre la dialéctica
del Amo y el Esclavo, cuestión imposible
de dirimir en este texto. El INCAA será de todos si el mentado federalismo se
sale de los sillones entronados en Buenos Aires. Quitar esos bulones es tarea
de todos. Mientras tanto y por ahora, de poco nos sirve a nosotros (la
periferia), que somos el Otro.
Construyamos el cine con los hermanos paraguayos con los que tenemos más que
conversar que con cualquier funcionario porteño, puesto a tutor lento.
Hace un par de semanas pude
ver Monoblock de Fernando Cattaneo y Distancia de Joaquín Pedreti
(Seleccionado en el Festival de La Habana, 2016) Cine amateur, cine con pelotas
(disculpen lo poco académico). Cine correntino. Por ahí viene la cosa si es el
cine lo que nos interesa. Este no puede ser decretado por el director ni sus
admiradores ocasionales. Es como el vino, con los mismos ingredientes el vino
puede ser otro. Es el tiempo quién dictamina , con menor o mayor suerte quién
hace películas y si ellas pueden , con el tiempo ser Cine. Mientras tanto una peli, puede hacerla
cualquiera…