Aguirre, rodeado de
pequeños monos amarillos a la deriva en su balsa de palos. El poderoso torrente
lo lleva, turbulento y con la piedad en su lecho de piedra y de la buena
muerte. Sabe que está todo perdido?. Se enteró de que ya no hay remedio?. Klaus
nunca miente cuando gira la cintura y se mira en la desolación de la especie.
Werner habla mirando al
lente. Las palabras caen al suelo, se le
caen de la boca. La cara inmutable. Solo en sus ojos se ve que hay un asesino
detrás. La poderosa presencia de Kinski sobrevuela la charla.
Más tarde confiesa, que
siempre quiso asesinarlo. Este le toca el hombro , lo besa en la boca. Se saca
una foto copulando con un árbol caído . Una mariposa lo besa en el colmo de la
piel y de el amor entre seres elementales. Se sonríe a sí mismo, y Woyseck se
sube a su acantilado filoso, a matar lo que ama.
Werner lo
ama. Es fácil saberlo cuando se tiene amigos......
Klaus Kinski, (Aguirre , la ira de Dios, 1972)
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