
Potro de Rabia y Miel
Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el genio del niño
La lengua rota del viejo
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el genio del niño
La lengua rota del viejo
Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento
José Monje Cruz
era el verdadero nombre de Camarón. Nacido en Cádiz, Andalucía en el extremo
sur de España, vértice y confluencia de un mestizaje furibundo que arrastraba
vientos de Oriente. Un filósofo definió
a esa virulenta zona del Mediterráneo como un lugar en donde se juntas tres
desesperaciones: la filosófica del Islam, la religiosa del hebreo y la social
del gitano. El documental Camarón, de la
Isla al mito (2018), dirigida por un tal José Escudier intenta narrar a un
personaje inenarrable.
De familia gitana; es decir pobre, multitud y anónima,
José creció rodeado de otros niños gitanos en un lugar del mundo, único. Cádiz,
está a un par de km de Marruecos; en el extremo oeste de la cuenca mediterránea;
el sistema mundo que luego sería desplazado por el Atlántico, los determinantes
siglo XV y XVI. Poderosas mixturas que
amasaban barro del Indostán por un lado, Estambul, Syria, norte del África, la
cuenca del Adriático por el otro, que culmina en Grecia y atraviesa la
península Itálica, dieron luz a algo incandescente: el cante jondo flamenco.
Aunque se discrepa si fue el baile primero el hecho es que lo gitano es lo que impregna estas materias y aromas traídos de lo
más jondo de Oriente, África y el
Islam. El hecho de que esas sustancias confluyan todas a la vez en la garganta
de Camarón, forma parte del misterio de la especie. El documental de Escidier,
despliega todo su arsenal formal y narrativo y aun así se queda sin argumento,
a media palabra frente a lo que algunos denominan genio. La etimología nos remite a un pequeño dios que nos acompañan
desde que nacemos y determina todos los actos de nuestra vida. O sea que todos
tenemos un genio?....no creo.
Un amigo de la adolescencia me decía que hay seres elementales. Son la mayoría de los animales y algunas personas, me decía. No está mal. Podría
arrimarse que Camarón era un elemental. El toque. La marca. Una cicatriz divina
que tienen sólo algunos terráqueos.
La serie (ahora en Netflix), recorre a lomo del canon
documental la tarea de contarnos quién era; quién es ese cantaor gitano que a través de seguiriyas, tangos, tanguillos,
fandangos y bulerías reunía en su voz siglos de canto.
Allá por los 90,
conocí a una española. Me bastó una breve charla para saber que S. odiaba a la
realeza española; anarquista y militante por los insumisos catalanes. Luego de
un tiempo y desde su Barcelona, me envió un par de caset la música que amaba (también
debo decir que entre los TDK había unas barritas de hachís que bien supimos disfrutar con
los amigos). Algo de Ketama, Aute. Uno de ellos me deslumbró: Potro de Rabia y Miel. Camarón. La tapa era de un potro que
parecía dibujado en tinta china y pintado con acuarela. Antes, le había contado
a S. que mi único contacto con el flamenco era Paco de Lucía. Yo que venía del
rock en todas sus formas, me sentí de inmediato atraído por ese sonido misterioso.
No comenzaba aun la última dictadura Cívico-militar cuando fui a Breyer- una
casa discográfica a mitad de la calle Junín-, y me compré Fuente y Caudal. Paco, empezó a sonar ese día y durante muchas
horas en el Winco de la casa de mis padres, en el Barrio San Antonio. Por eso,
cuando S. me preguntó si conocía a Camarón, le dije que no.
Potro de Rabia miel es su testamento. Su
último alarido, grabado en sesiones penosas cuando el cáncer ya lo estaba
comiendo por dentro.
Cuántos siglos trascurren cuando canta Nanas del Caballo Grande de García Lorca?:
Nana, niño, nana
Del caballo grande
Que no quiso el agua
Que no quiso el agua.
Del caballo grande
Que no quiso el agua
Que no quiso el agua.
El agua era
negra
Dentro de la rama.
Dentro de la rama.
Cuando llega
al puente
Se detiene y canta.
Se detiene y canta.
Quién dirá mi
niño
Lo que tiene el agua
Con su larga cola
Por sus verdes alas
Lo que tiene el agua
Con su larga cola
Por sus verdes alas
Duermete
clavel
Que el caballo no quiere.
Duermete rosa
Que el caballo se pone a llorar.
Que el caballo no quiere.
Duermete rosa
Que el caballo se pone a llorar.
Ahí está Camarón diciéndonos que el tiempo humano
es un ventarrón secular y anónimo que abarca océanos de amor y dolor. Pero a
ese viento hay que hacerlo entrar y alguien tiene que abrir esas ventanas. A
esta altura ya ni sentido tiene si es el artista o el genio.
Anónimo por sin nombre, mestizo por estar hecho de
todo. En su mano izquierda llevaba tatuada la luna del Islam y una estrella que
lleva al Oeste. Bien lejos de la pureza kantiana. Bien lejos de Hegel quien sostenía que Alemania es la cumbre de la filosofía- que se mueve
de Este a Oeste-, epicentro y fin del espíritu humano. La creencia de lo puro suele terminar en tragedias.
Venimos del
barro africano. Nuestra madre es africana. Jesucristo era negro. En el útero de
aquella Eva comenzó la deriva de ser humano que ahora se retuerce como un
pececillo fuera del agua. Esa deriva conmovedora, fuente y caudal, de lo que somos y seremos suele resumirse en
instantes de súbita belleza; como cuando canta José Monje Cruz, el Camarón de
la Isla.