viernes, 28 de febrero de 2014

El documental del Francés




El 2012 Alain el Francés Charpentier, decidió financiar un documental. Tenía unos pesos y los quería destinar a un oficio que nos juntó allá hacia fines de los ´80 cuando éramos estudiantes de Comunicación Social.
             Yo había hecho un intento fallido ( y bastante tonto), de estudiar Ingeniería Civil. Un poco presuponiendo que mi título de M.M. de Obras(M.C.P. 645),  me habilitaba a esos senderos de cálculos, análisis de estructuras y pruebas de resistencia que terminó conmigo en menos de dos años.  Luego de un viaje con Ana hasta Machu Picchu, comprendí que lo mío no era la matemática. En esos días de indecisión lo conocí a Alain que ya estaba en la facu. Así fue que terminé en la “escuelita” conociendo a una runfla de amigos con los que caminé la vida hasta hoy. En aquél entonces las cuestiones relativas a la Comunicación Popular, con Freire y su poderoso legado, eran temas corrientes en los pasillos, cátedras, libros y congresos. Luego vino la catátrofe del neoliberalismo y su mácula modernosa decretando la amnesia y el fin de la historia.
Walter Barberán, Horacio Chirola Fernández, Fabio Crisanti, Diego Cazorla, Ricardo Goya, Roberto Pujol, los Hnos Gonzalez, Quinteros, nos encontrámos en la militancia, en las noches de guitarra y vino en cuanta pensión se pusiera en el camino. Los libros estuvieron siempre cerca (no para estudiar sino para leerlos nomás), y el cine empezó a arrimarse como quien no quiere la cosa.

Luego de probar con la música decidimos con Alain dedicar nuestra fuerzas a algo más productivo y nos compramos una Panasonic AG 455 SVHS, un par de inlámbricos Azden y un trípode Manfrotto. Hicimos una sociedad con el plan de vivir del audiovisual.  Nunca pudimos hacer un puto mango.


En 1992 elegimos un cuento de Julio Cortázar (http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/nocheboc.htm), y salimos a rodarlo con un grupo de gente maravillosa de las dos orillas. Empezaba La Guerra Florida para nosotros y empezamos a ser perseguidos por la luz: la lucha entre lo material y lo espiritual. El cine y ese  metejón que nos dura hasta hoy. Ese fue el comienzo del Grupo La Mano. Aquél grupo del ´92, estuvo involucrado en Cabeza de Chancho en el ´99 y las producciones para la TDA en 2011. Pasó el tiempo, eso sí.
El documental Norte, el Orden y el Discurso nace de una idea de Charpentier. Un caso de abuso policial en la localidad de Florencia en 2012, y su participación en una Red de DDHH lo llevó a poner la guita sin la cual todo es más difícil. Con equipo mínimo viajamos a Reconquista y Florencia, cuatro días de rodaje, con una previa de investigación de Walter,  la Producción Ejecutiva de Fernández y la cámara de Nahuel Almirón. Luego empezó la pospoducción con dos aliados históricos y de lujo: Verónica Seniquel en el montaje y Ricardo Sotosca en la pos de sonido. Lo estrenamos en la Casa del Bicentenario el 26 de febrero pasado a sala llena. Ahora vamos a hacerla caminar en otros escenarios para que sea mensurada por el público.
El Francés estaba feliz. Fue el inspirador de muchas noches de alegría, disipación y excesos, de pensamiento y tristeza. Estaba feliz. Que el cine además produzca eso, felicidad silvestre, es otra de sus maravillas.




 

domingo, 23 de febrero de 2014

La Palmera



Creo que alguna vez hablé del lugar en dónde pasé casi toda mi infancia y parte de la adolescencia . (Si bien nací en Junín de los Andes, a ese maravilloso territorio de frío y cordillera recién lo asumo bien después, ya en plena adolescencia)
En aquél lugar, bien cerca del Arroyo Pirayuí, creo que comenzaron a meterse en los huesos y a través del paisaje un menjunje de sentidos en pugna, olores y texturas, sonidos y visiones que tambien pude aceptar sólo muchos años después. No entiendo porqué recién ahora comienzo a aceptarlo. Tal vez es -como dijo mi oftalmóloga-, la edad.
Mi vieja casa, fue tomada por las talas y la maleza virulenta del monte correntino. En su galería de paredes altas una manada de vacas eligieron el lugar para dormir, cobijadas de un techo de zinc que aun conservaban sus cabreadas de madera de quebracho. Bajo medio metro de guano vacuno un reluciente piso de baldosas amarillas vieron la luz despues de muchos años.
Mamá recién venida del sur, lidiaba en Puerto Tirol, con mosquitos y el murallón de recuerdos que se irían amuchando en su corazón, ya bien lejos de las montaña, el abuelo Gregorio y la abuela Ana.
Papá le entró al monte con un personaje increíble. Una suerte de John Mayne de La Diligencia, mixturado  con el Giuliano Gemma del Dólar Marcado. Se llamaba Agustín, pero lo decíamos El Petiso. Un ser cinematográfico, en el sentido en que el cine y sólo el cine podría relatarlo, con alguna justicia. El Petiso tenía un apodo al que no convenía acudir si se quería preservar la salud: Teyú colí (algo así como lagarto o lagartija, de cola corta/da). Agustín se hacía respetar con un teyuruguai de tres o cuatro metros, trenzado con 12 hilos de cuero crudo, que cuando silbaba en el aire, el tiempo se detenía. Así lo recuerdo. Parado en un carro cargado de leña, con las piernas cortas abiertas, siempre descalzo. Susurrando con un repertorio de voces a su cuatro caballos de tiro, tan animales y bellos como él. Yo solía pasar mucho tiempo, deslumbrado por historias que nunca supe si eran verdad. No importa. Un día me dijo:
 - Yo me voy a ir al infierno, Almirón í.
-Porque?, le inquiero yo abrumado por la sentencia.
 -Porque castigué a muchos, en mi vida....
 La casa se dejó ver luego de mucho trabajar. En ese trámite de machete y hacha, mi viejo y Agustín se hicieron amigos. Techo a dos aguas, ventanas altas de dos hojas, rejas, pisos de baldosas. Un galería, cocina, comedor y un par de espacios que con el tiempo oficiaron de cuartos para dormir. Alrededor crecieron unos palos borrachos, tipas, un par de timbó, algunas talas que quedaron indemnes y cerca del pozo de balde, una palmera altísima colonizada por cotorras y murciélagos.  
Ahora el lugar a cambiado tanto que es múy difícil ver en dónde estaba aquella enorme casa. Sólo la palmera esta aun balanceándose como sonámbula. Un día fui a verla y la abracé como a una amiga de lejos. En un arranque de nostalgia y aguijoneado por el guisqui barato, agarré el Escort y encaré hacia la Maipú , hacia donde nace la Ruta 12. Ahí estaba ella , en plena siesta con la cabellera seca y dura como los pelos que le quedan a una vieja. Luego encontré un ladrillo, caminé el espacio en donde se asentaba la galería con soportes de caño fundido.
Regresé con el ladrillo y un silencio incómodo que compartí con mis hijos hasta Laguna Seca.





viernes, 14 de febrero de 2014

El Documental IV





Galaxia Laguna Seca, es un documental sobre el paso del tiempo?.
La trasformación, el deterioro, la perseverancia y sus territorios, la mirada inmediata del entorno. Lo que está a la vista, que es lo más difícile de ver.
Escribí el guión contrarreloj empujado por los plazos que nos imponía el INCAA. La locación era el barrio y estaba ahí nomás : el monoblock B, la avenida Medrano, los caballos, el árbol grande (tomar distancia es imposible, a veces). Las criaturas que se crean en el guión no son dóciles, por que están vivas por lo tanto hablan, dicen cosas, se rebelan y se revelan. El montaje es una prueba de fuerza con y contra ellas. Lo inesperado, la sorpresa emerge en la isla (nunca mejor dicho), de edición.
La autoreferencia siempre a generado oleadas de pudor en los documentalistas. Apurados por mandatos de toda laya (la objetividad y la primera persona no se llevan bien), la decisión de hablar de uno mismo siempre está atravesada por dilemas que se resuelven en pleno rodaje, a fuerza de planos,  travelling y voces que nunca son en off.
Pintar la aldea precisa de una mirada exterior?. Estoy afuera o dentro de la ella?. Soy yo el que pinta o ella me pinta?. Una vez vencido el pudor uno puede decirse sin vergüenza que siempre se habla de uno mismo.


Afiche diseñado por Ternura Films
Galaxia Laguna Seca está emitiendo por Canal 9 de Resistencia, los sábads a las 22 hs


Ramón el hamburguesero, es el espejo que me da mi propia imagen. Yo no sería capaz de tamaña perseverancia, de tanta fe en el futuro y sus contingencias.
Un perro llamado Sid, soy yo. Sarnoso, invisible, oscuro.
Así hablo Sarasúa es la admiración a un tipo que no soy yo. Pararse delante de la gente y derramar encanto y carisma, como un Alain Delon de barrio.
El árbol Grande, es la certeza de la estupidez humana, la prepotencia con esos seres decomunales, el árbol primigenio, la semilla violada por un par de estúpidos. El planeta implosionando a merced de un par de hijos de puta.
Niños de Laguna Seca, soy yo en mis hijos. Sus ojos , son lo que yo hubiera querido ser. Los miro y son  algo que se me fue y nunca más seré.
Eso es Galaxia Laguna Seca. 



sábado, 1 de febrero de 2014

El Documental III




La idea de Apipé , la isla, comienza con otras varias. La isla doble: el accidente gográfico y su estatus de enclave( La isla es argentina pero sus aguas pertenecen al país hermano de Paraguay). El singular islamiento tiene más de un malentendido. Cómo son vistos por los ojos comunes ( o sea los nuestros), sus habitantes? .
Los medios como bien sabemos son solo medios. Y que se hayan convertido en el principal ariete de intereses corporativos y el lugar en dónde la realidad adquiere una condición relativa a esos imaginarios, es una novedad siniestra.  En esos caldos se cuecen la objetividad, la corrección política, la buena conciencia, el miserabilismo. Ahí están los medios construyendo, representando, mediando entra la realidad y lo real.
El miserabilismo es uno de los modos en que la buena conciencia se expresa. Ideas del Sur (la productora del Marcelo Tinelli), en 2010, tuvo la idea de acercarse a los isleños y ayudarlos, previa jodita: el miserable bendice con su condición a los demás, expía sus culpas y luego puede matar a su propia madre en un solo plano secuencia. La idea en cuestión era bastante pavota ( no es difícil imaginar a sus jóvenes productores en un brainstorming  adobado en sushi, wisky, colas dietéticas y merca de la buena): un extranjero caracterizado por el infable Matías Alé, les informa a los habitantes que deben abandonar la isla. Al fin del chiste- conjeturaban-, los pobladores, luego de la previsible sosobra, se hacían adjudicatarios de una lancha para navegar las aguas del Paraná. La cosa terminó mal. La lancha (deportiva!!), aun hoy esta en un predio de prefectura, deshacida por el sol.

Walter Barberán y la lancha de Tinelli

Esas  y otras cosas fueron el motor que nos empujaba al tema en cuestión, a la historia, o como dice Kassovsky el descubrimiento que es un documental: del otro y de uno mismo. A la vez constatábamos, cómo algunos medios de la región, se solazaban con cada inundación y las miserias con que cada habitante la enfrentaba, sin irse.
Con esos itinerarios le fuímos dando rumbo a Apipé , La Isla. Walter Barberán la conocía bien, porque conocía bien a sus habitantes, por lo tanto fue el responsable de la preproducción. Escribí el guión con sus aportes y arrimamos un primer borrador en compañía de la Lic. Mari Bar: la influencia de los medios en la isla y sus jóvenes. La noticia de que ganamos el concurso llegó pronto y nos hizo felices. Por primera vez contábamos con dinero para rodar. El Estado entraba a tallar en el audiovisual y todo cambió, para bien.
Aquél primer acercamiento desde el guión, no fue bien recibido por los amables “tutores” del INCAA y resolvimos darle otra dirección. Parecida pero no igual.
Así fue que decidimos apoyar la historia en dos jóvenes isleños, su relación con ese pedazo de tierra argentina y su relación con lo otro (que somos nosotros). 
Pedri Aguirre diseñó 10 días de rodaje y allá fuímos, a la Isla Apipé Grande.
Madrugada en la isla. Pedri repasa la logística y yo en el vértigo de la previa al rodaje

Encontramos a Rubén y Silvina, sus padres y abuelos. Al amor a la tierra, la incertidumbre, la masedumbre de sus ojos, la calma de cada día y cada hora surcada por una brisa suave que recorría Colonia Uriburu hasta San Antonio de largo a largo. Y el omnipresente sonido de la represa Yaciretá, río arriba.
El documental siempre mira a los ojos...